viernes, 3 de abril de 2020

El Corazón de Jesús es el remedio de todos nuestros males. Remedio contra el liberalismo, el racionalismo, el orgullo y el desenfreno de la sexualidad


Libro III

Capítulo Tercero

EL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS,

REMEDIO DE LOS MALES DE LA SOCIEDAD



Resumen del capítulo:

 I. El mundo moderno perecerá si no se convierte.- La impiedad se desborda.- Formas diversas del mal, o matices de Liberalismo, más funesto a la Iglesia, que una impiedad declarada.- El Liberalismo es tan funesto a la religión y a las almas que a la sociedad.- El único remedio a este gran mal es el Sagrado Corazón de Jesús            

 II. Promesa dada al mundo que envejece por Nuestro Señor mismo, el Sagrado Corazón ha dado a nuestro siglo esta promesa suprema como último esfuerzo de su divino amor.- Es para ser perfectamente amado, que el Hijo de Dios ha entregado su Corazón.- Esperanza de la Iglesia y de la sociedad: este Corazón, curará todos los males. Palabras de Pío IX... La vista de este Corazón sangrante eminentemente puro y limpio, así como la devoción de la que es signo visible, ha despertado en las almas el amor hacia Nuestro Señor, principalmente en el misterio de su Pasión y del Santísimo Sacramento del altar.- Ninguna devoción es más apropiada a las necesidades de la sociedad moderna, dicen los Padres de los Concilios de Baltimore, de Reims, de Bourges.- Ella combate las pasiones del corazón humano, los errores del espíritu y sobre todo el liberalismo

  III. A los tres signos característicos del Liberalismo: el orgullo, el servilismo hacia el estado, el espíritu de división, el Corazón de Jesús opone su humildad, su obediencia y su inmensa caridad.- ¿Qué es lo que no ha hecho el Corazón de Jesús para unir los hombres a Dios, y a los hombres entre sí?- Esta unión no puede existir sino en la verdad. - La comunión de las almas en el amor, seguirá a la de los espíritus en la verdad.- Oración para la conversión de los liberales, aprobada por Pío IX.- La cooperación tan eficaz de María para la renovación de las sociedades por el Sagrado Corazón, está expresada por el título de Nuestra Señora del Sagrado Corazón                        

 IV. Actas de Pío IX, por las que designa al Corazón de Jesús como el remedio de todos nuestros males.- Bula de Beatificación de la bienaventurada Margarita-María.- Aprobaciones diversas de la Sociedad de Misioneros del Sagrado Corazón.- Deseo de consagrar la Iglesia al Sagrado Corazón. Suscripciones de fieles, adhesiones a la petición. Cartas de los Obispos. Carta del Arzobispo de Bourges.- Respuesta de Pío IX.- Decreto de la Sagrada Congregación de Ritos; Acto de consagración al Sagrado Corazón, aprobado por ella                   

 V. Actos por los que León XIII continúa y corona la obra de Pío IX.- Aprobación de las Letanías del Sagrado Corazón, del mes del Sagrado Corazón, del Primer Viernes de Mes, de las cofradías y asociaciones en honor del Sagrado Corazón.- Consagración del Género Humano al Sagrado Corazón.- Carta-Encíclica a este sujeto. Fórmula de la Consagración.- Carta de la Sagrada Congregación de Ritos, sobre el desarrollo a efectuar, para dar un culto más ampliado al Sagrado Corazón   

I. La sociedad moderna parecerá si no vuelve a Jesucristo

II. El remedio de todos nuestros males está en el Sagrado Corazón de Jesús

III. La Devoción al Sagrado Corazón y el Liberalismo

IV. Pío IX designa al Corazón de Jesús como el remedio a los males que aquejan a la sociedad actual

NOTAS DEL CAPITULO TERCERO DEL LIBRO TERCERO





I. La sociedad moderna perecerá si no vuelve a Jesucristo

El mundo moderno, como el mundo antiguo, ha llegado al úl­timo grado de madurez para la muerte; separado de Jesucristo, tiene consigo un germen evidente de disolución general; y, a menos que no se convierta y que entonces se opere una gran renovación religiosa, desaparecerá para dar paso a un mundo nuevo."1

Tal vez jamás Jesucristo, la Iglesia, la religión, la justicia y el derecho han sido tan universalmente ultrajados como hoy. Nuestro siglo es el siglo de las grandes audacias. La blasfemia se encuentra en todos los labios, incluso de la infancia. La violación del domin­go es un hábito del que uno ya no se avergüenza, la impiedad está a la orden del día. Se extiende por todas partes con un cinismo es­pantoso. La oís gritar: Dios es el mal. La propiedad, es un robo. Jesucristo es un impostor; el sacerdote, un charlatán; el hombre, un mono perfeccionado. El cristianismo es un enemigo, que sedebe combatir hasta la muerte; la moral evangélica, un veneno, del que hay que preservar a los pueblos; el matrimonio un estorbo o, mejor aún, una tiranía; el crucifijo un objeto odioso que hay que suprimir; el alma, una quimera; el cielo, un prejuicio, el infierno, un mito.

La impiedad no es siempre tan absoluta, ni el odio tan radical. Toma formas diversas. Su lenguaje a veces se dulcifica un poco; pero no por eso deja de ser menos peligrosa. Aquí afirma con autoridad, que el hombre no debe seguir más que la luz de la razón. Allí, afectando aires de moderación, predicará la tolerancia, diciendo que todos los cultos tienen el mismo derecho y merecen el mismo respeto y que el hombre puede impunemente abrazar el que le plazca o no seguir ninguno, si le parece bien, pues sólo depende de su conciencia.2

A veces, revistiéndose de lo externo de la Iglesia, se muestran liberales en extremo. Los partidarios de esta nueva doctrina, quieren a toda costa, conciliar el espíritu moderno con el espíritu de la Iglesia.3 Para conseguir su objetivo, se orientan en el camino de las concesiones, incluso sobre las cuestiones de principios o de derecho. Bajo pretexto de un bien mejor, predican la separación de la sociedad religiosa y de la sociedad civil,4haciendo creer que la Iglesia no ha recibido de Dios ninguna misión para dirigir divina­mente a los gobiernos, y que el Estado está desligado con relación a ella de las pretendidas obligaciones impuestas por la ley de Jesu­cristo. De donde concluyen que el poder público debe cubrir con la misma protección la fe y la herejía, la verdad y el error. Miran como underecho real la libertad de conciencia, la igualdad de cul­tos, la libertad de la prensa y la secularización de la política;5 y por una contradicción inexplicable, aunque siguen haciendo pro­fesión de amor y respeto hacia la Iglesia y su Jefe, se inclinan de­lante del poder laico, cuando invade las cosas espirituales, se ponen a su servicio y hasta aconsejan la sumisión a sus leyes inicuas,6 a la vez que empujan a los espíritus a la crítica de los actos pontifi­cios que les desagradan, y alguna vez incluso a la desobediencia abierta a la Santa Sede. Esta última actitud, como dice Pío IX, "es más funesta para la Iglesia que la impiedad abierta."7

Esta frase, vertida por los labios del Vicario de Jesucristo, está llena de verdad. En realidad, ¿qué proclama el liberalismo? La libertad del bien y del mal; pretende que el Estado debe ofrecer igual protección a ambos, sin ocuparse de qué lado se encuentra la verdad o el error. Apoyándome en este principio, yo soy libre de escoger mi norma de conducta. Eso que llamáis lo justo o el bien, yo lo llamaré lo injusto o el mal; eso que llamáis propiedad, yo lo lla­mo sencillamente robo. ¿Quién nos pondrá de acuerdo, puesto que aquí abajo no existe ningún medio social de discernir la mentira de la verdad? Yo puedo, por lo tanto, rechazar las leyes que me mo­lestan o que no están de acuerdo con mis convicciones. ¿Es que alguien deja de percibir que esta teoría desemboca en destrucción o el nihilismo?

Pero decís: Estableceremos un régimen común, que protegerá el orden general. Y entonces violaréis el derecho que reconocéis a cada persona de creer, de decir, de expresar lo que os parezca y de obrar en consecuencia, y abriréis la puerta a todas las restricciones de la libertad, lo que os horroriza. Según vuestro régimen co­mún, protector del orden dado, no podéis actuar contra la libertad de los otros; les molestáis con vuestras religiones, vuestras asocia­ciones; vuestras propiedades exageradas disminuyen las fuerzas del Estado y alteran su equilibrio. Dejad pues vuestro culto, suprimidvuestras reuniones, salid de vuestros conventos y ceded vuestros bienes a la nación".

Así, en lugar de la libertad tan coreada, lo que priva es la arbi­trariedad, la violencia, solo la ley del más fuerte. ¿Qué diréis a es­to?... Sin duda responderéis que hay la opinión pública, la llamada al sufragio universal y que la verdad está siempre de su parte... Basándose en esta mostruosa teoría crucificaron a Jesucristo, Pío IX fue expulsado de sus estados, los religiosos de sus domicilios y cada día se cometen tantas iniquidades. No, no, el número no se­rá jamás el derecho, ni la justicia, ni el bien.

El liberalismo, no es menos funesto a la religión y a las almas, que a la sociedad. Gran partidario de los principios del 89, enco­mia los derechos del hombre y proclama a todos los vientos la li­bertad de conciencia, aunque cada día la pisotea. Los católicos liberales hacen todos bautizar a sus hijos al nacer; consideran esta ceremonia como un deber; ninguno de ellos querría sustraerse a esta ceremonia. Pues bien, es un punto más donde carecen de lógica. Si fueran consecuentes consigo mismos, tendrían que esperar a la edad en que sus hijos fueran capaces de discernir por sí mis­mos la verdad del error, y entonces que ellos mismos hicieran su elección. Pero no, desde el principio de su vida ya violan este su principio favorito, y se exponen a que más tarde sus hijos puedan decirles "¿Por qué no respetasteis mi conciencia? Me comprome­tisteis, a pesar mío, en una religión que rechazo hoy. No teníais derecho a hacerme cristiano sin contar conmigo, sin consultarme primero; habéis hecho de mi una víctima de vuestro fanatismo, y me llamaréis apóstata si sigo las luces de mi razón, ahora que me iluminan. ¿Qué hicisteis de mi libertad de conciencia? La despreciasteis, simplemente". Así es como la aplicación de los principios liberales es la demolición de la disciplina de la Iglesia y la des­trucción del catolicismo. El Concilio de Puy llamaba al liberalismo, el gran peligro para la Fe y el orden social.8

Pues bien, para los males que acabamos de señalar debe existir un remedio. ¿Cuál? El que lo ha preparado en su infinita misericordia y se ha dignado señalarlo a los hombres. Ese remedio es el Sagrado Corazón de Jesús.



II. El remedio de todos nuestros males está en el Sagrado Corazón de Jesús

Un día en que santa Gertrudis era favorecida con una aparición de san Juan Evangelista, como lo hemos relatado ya, le preguntó porqué habiendo reposado su cabeza en el pecho de Jesucristo, du­rante la Cena, no había dicho nada para nuestra instrucción, sobre los movimientos de su divino Corazón. A lo que el discípulo ama­do respondió: "Yo estaba encargado de escribir para la Iglesia na­ciente sobre la palabra del Verbo Increado; pero el conocimiento de la suavidad de los movimientos de su Corazón sagrado, era algo que estaba reservado para los tiempos modernos, a fin de que elmundo, envejecido y debilitado en el amor a Dios, se recalentara prestando oído a sus latidos adorables."9

Estos tiempos han llegado ya. Jesús mismo ha revelado al mun­do la devoción a su divino Corazón. Y la ha dado al mundo como un postrer esfuerzo de su amor, para intentar salvar a las almas que se pierden, como un medio seguro de calmar la cólera del cielo y de congraciarse con Dios y como una fuente abundante de bendi­ciones.10 Escuchemos las palabras de santa Margarita María: "Nuestro Señor me hizo conocer que su gran deseo era ser amado perfectamente por los hombres y por ello había decidido manifes­tar su Corazón y ofrecerles, en estos últimos siglos, ese postrer es­fuerzo de su amor... Mi divino Corazón, dice Jesús, está tan apasio­nado de amor hacia ellos... que no pudiendo contener dentro de sí, las llamas de su ardiente caridad, necesita difundirlas, y manifes­tarse a ellos, para enriquecerles con sus preciosos tesoros... que contienen las gracias santificantes y salvadoras, necesarias para res­catarles del abismo de perdición. "11

Y no cabe ninguna duda sobre las revelaciones hechas a la vir­gen de Paray-le-Monial, que la Iglesia sanciona con el hecho de su beatificación. Pero para confirmarlo aún más, veamos la interpre­tación del gran Pontífice que la había colocado sobre los altares: "La Iglesia y la Sociedad, dijo Pío IX en Sept. de 1860 al autor de este libro, durante una audiencia que le había concedido, no tie­nen más esperanza que en el Corazón de Jesús; es El quien los cu­rará de todos sus males."

"Atravesamos tiempos difíciles, dice el mismo Pontífice en un documento célebre. Todo está en peligro, tanto en el orden espiritual como en el temporal. En medio de calamidades tan grandes que pesan sobre el mundo, cuyas víctimas somos todos noso­tros, es absolutamente necesario que reanimemos inmediatamente nuestra piedad y vayamos todos juntos con su sangre divina, que nos proteja, nos atraiga hacia sí con los lazos de una caridad más ardiente, que inflame todos los hombres con el fuego sagrado que le consume, que les inspire los sentimientos que le animan a fin de hacerles agradables a Dios con una vida llena de buenas obras y deméritos." 12

" ¡Oh admirable invención de la Sabiduría divina!, exclama un piadoso autor. Jesús ha constatado la frialdad universal de los hombres con respecto a El. Ha percibido, podríamos decir, que se había extinguido en sus corazones el fuego que El había traído a la tierra; además, el pecado desbordando por todas partes, y las almas precipitándose en masa a la condenación eterna; triste confirma­ción de esta predicción: La caridad de muchos se enfriará. Enton­ces, quiso fundir este hielo, ha querido reanimar el fuego de su amor, a fin de devolver así a la vida y a la salvación los desgraciados que perecían faltos de amor. Por ello nos presentó su Corazóny lo presentó de tal manera, que a su vista solamente nos fuera im­posible no sentirnos abrasados de su santo amor. El alimento que siempre ha mantenido y mantendrá la caridad de los fieles, es sin ninguna duda, el misterio de la vida del Redentor, pero sobre todo los terribles tormentos de su Pasión, los dolores de su muerte, las humillaciones a que se sometió para darnos la Eucaristía, donde nos ha dejado y la repetición del sacrificio del Calvario. Y es esto, precisamente lo que ha querido recordarnos, todo lo que es propuesto a nuestro amor, en la devoción que tiene por objeto vene­rar y glorificar al Corazón de Jesús.

"Es de verdad imposible, que la vista de este Corazón no revele en nosotros el sentimiento, ya del amor de Jesús hacia nosotros, ya del amor que debemos en correspondencia a Jesús. Viendo a este corazón traspasado cruelmente por la lanza, nos acordamos naturalmente de los beneficios que hemos recibido. de Jesús, y el refugio seguro que podemos encontrar en El;al verle coronado de espinas y rematado con una cruz, comprendemos al primer golpe de vista, donde tienen origen los sufrimientos del Salvador y cuál es su objetivo; al contemplar este espectáculo en su conjunto, no podemos contener la emoción y nos hace recordar el Sacramento adorable, compendio de todos los beneficios de Dios, renovación incruenta del sacrificio sangriento y sacramento del amor por ex­celencia. Y hay que entender de esta manera el doble objeto de la devoción al Sagrado Corazón, según se desprende de la revelación hecha a santa Margarita y que goza además del sentido que la Iglesia le atribuye." 13

Después de esto, se comprende mejor porqué casi todos los obispos de la catolicidad colocaron sus diócesis bajo el patrocinio del Sagrado Corazón; porque tantas plumas sabias, tantas bocas elocuentes repiten cada día con Mons. Baudry, "que el Corazón de Jesús es la reserva providencial guardada para nuestros tiempos por la bondad de Dios. "14

Finalmente, tenemos que confesar con este ilustre prelado que "ninguna devoción es más apropiada a las necesidades de la socie­dad moderna. Al egoísmo de nuestra época, a sus tendencias sen­suales, a su indiferencia religiosa, opone ella el culto más dedicado, más puro, más desinteresado, más tierno, más compasivo."15

Escuchemos ahora la voz autorizada de los concilios provin­ciales. Esto es lo que dice el de Baltimore, en el Nuevo Mundo: "Amemos al Corazón de Jesús; recurramos a El, como a un medio de regeneración; propaguemos su devoción, pues ella responde, de un modo muy especial, a las necesidades de nuestro tiempo. "16

El de Reims no es menos explícito; dice: "Entre los numerosos beneficios que Jesucristo ha volcado sobre su Iglesia, hay que des­tacar en primer lugar el culto a su divino Corazón, que es tan apro­piado a las necesidades de nuestra época. Dondequiera que esta admirable devoción está en vigor, produce frutos maravillosos; es un remedio tan eficaz como oportuno, para los males de nuestra madre, la santa Iglesia, que se ve tan afligida hoy día.17

Los obispos de la Provincia de Bourges hacen oír, a su vez, estas bellas palabras: "Puesto que el Sagrado Corazón de Jesucris­to es una fuente de gracias, un río de paz que se difunde por el mundo, recurramos a El apresurados, como a un refugio seguro contra las olas de iniquidad que avanzan siempre y que amenazan de tragárselo todo... Abrevémonos en esta fuente de vida, de esas aguas saludables que limpian todas las impurezas, que sacuden todos los desfallecimientos, que curan todas las heridas. En El encontraremos la dicha y la salvación." 18

Así, pues, la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, responde perfectamente a las necesidades de nuestra época; es un remedio eficaz contra todas las pasiones humanas que degradan y matan a las almas. Contra los vicios del corazón, es decir del egoísmo, de la concupiscencia, de la ambición, opone ella las virtudes contrarias, como hemos visto. En cuanto a los errores de esta generación, ella suministra las armas victoriosas para combatirlos y destruirlos.

En efecto, uno de los brotes más fecundos de la impiedad es elRacionalismo, que rechaza lo sobrenatural, niega la divinidad de Jesucristo, la autoridad de la Iglesia y, en consecuencia de ello, proclama la indiferencia en materia de religión, la independencia del pensamiento y la libertad de cultos. Pero, estudiando al Sagrado Corazón, uno queda enseguida convencido que es el Corazón de un Dios que quiere por amor unirse a la humanidad; esta devoción nos pone al alcance de la mano la fuente de la gracia, el origen de la autoridad que baja del cielo sobre Jesucristo, a quien todas las naciones han sido entregadas en herencia, siendo como es el Reyde los reyes, el Señor de los señores. Contemplando este divino Corazón traspasado más bien con la lanza de la caridad que por la del soldado, vemos surgir de El la Iglesia Católica, revestida de fuerza divina, con un poderío sobrenatural, que tiene en sí la vida de las almas y de las sociedades, de suerte que todas están someti­das a su imperio, los individuos y los pueblos, las familias lo mismo que las naciones.

Se comprende que el jefe supremo de esta Iglesia no podría pactar con sus enemigos, sacrificar sus derechos, transigir con sus principios, bajo pretexto de un cierto bien, haciendo concesiones desafortunadas y marchar con el mundo por el camino ancho por el que éste quisiera arrastrarlo, "ese camino ancho que conduce a la perdición".

Por esto se desmorona, de arriba a abajo, el sistema liberal, con sus funestas consecuencias.

La Santa Sede ha comprendido tan bien que el culto al Sagra­do Corazón era un dique poderoso contra los errores modernos, y sobre todo contra elLiberalismo que los resume, que ha estableci­do en los últimos tiempos una Sociedad de Religiosos de este divi­no Corazón, dándoles como misión especial el combatirlo. Esta Congregación es la obra del gran Pontífice que promulgó el Syllabus. El mismo Pío IX, por un rescrito fechado el 3 de junio de 1874, se digna llamarse a sí mismo el Fundador y Superior General de este nuevo Instituto, que refleja su pensamiento y del que aprobó las Constituciones, con este programa que era también el suyo: "Los Misioneros del Sagrado Corazón de Jesús, para hacerse más idóneos para ayudar a las almas, se entregarán sin vacilar al estudio aplicado de las ciencias que les sean necesarias para desarrollar con fruto sus diferentes ministerios, perosobre todo al del divino Co­razón de Nuestro Señor, que, como todos sabemos, es el remedio destinado a salvar al mundo...

"En esta hora suprema, en que la impiedad impulsa a los espí­ritus a sacudir el yugo de la fe y de la ley de Dios, tendríamos mo­tivo de desesperar de la salvación de la sociedad, si no pudiéramos esperar de este Corazón adorable una efusión más abundante de gracias divinas, de las que El es el tesoro y la fuente, y si no encon­tráramos en su protección tan eficaz el bastión más poderoso para contener el torrente del mal que amenaza con invadirlo todo... Usando pues las armas que nos ofrece la devoción al Sagrado Corazón, los Misioneros del Sagrado Corazón de ISSOUDUN, combatirán sobre todo el LIBERALISMO."19

III. La Devoción al Sagrado Corazón y el Liberalismo

He aquí el retrato que hace del Liberalismo el vicario de Jesucristo, y la descripción que hace de sus partidarios. El encuentra en esta secta:

1).-            El orgullo. "Conoceréis a los liberales por sus frutos y ob­servaréis que muestran su despecho sobre todo lo que significa unaobediencia pronta entera y absoluta a los decretos y avisos de la Santa Sede... Impregnados de orgullo, se creen más sabios que la Iglesia."2°

"Los hay que se adhieren a las verdades recientemente publicadas (la infalibilidad pontificia) por un puro esfuerzo de la voluntad, y esto para evitar la acusación de cisma y zaherir su conciencia; pero no han descendido de las alturas que les elevan por enci­ma de la ciencia de Dios, ni reducen su inteligencia a la esclavitud, por obediencia a Cristo. "21

2).-            Servilismo hacia el Estado. "Las doctrinas liberales adulan al poder laico, cuando invade las cosas espirituales, y presionan los espíritus al respecto o a lo menos a la tolerancia de las leyes más inicuas; como si no estuviera escrito, que no se puede servir a dos señores. "22

Aunque los católicos liberales hacen profesión de amor y res­peto a la Iglesia y parece que consagran sus talentos y trabajos a su defensa, no trabajan menos en pervertir su espíritu y su doctrina; y cada uno de ellos, siguiendo la inspiración de su genio, se inclinan a ponerse al servicio del César, o de aquellos que inventan derechos a favor de la falsa libertad."23

3).- Espíritu de división. "Este insidioso error es más peligro­so que una enemistad abierta, porque se disimula bajo el velo es­pecioso de celo y de caridad."24

En la realidad, sus partidarios "dividen los espíritus, desgarran la unidad y debilitan las fuerzas que sería más útil reunir para orientarlas a la vez, a combatir al enemigo. Con sarcasmo, suelen aplicar el nombre deultramontanos y de jesuitas a los hijos de la Iglesia más leales y generosos."25

Los sentimientos del Corazón de Jesús, están totalmente en las antípodas de esas desgraciadas tendencias:

1).- El opone precisamente al orgullo su humildad profunda, su aniquilamiento. El divino maestro nos enseña que su Corazón es humilde.26"Es la humanidad lo que anima sus actos; y todos sus misterios son una manifestación de ello. La humildad del Corazón de Jesús le inclina del cielo hacia la tierra, y se convierte en ley en su Encarnación.27 La humildad le retiene durante nueve me­ses escondido en el seno de María; la humildad le acuesta en un pesebre; la humildad dirige sus palabras y acciones en su vida públi­ca. La humildad se convierte en esposa suya, y él la ama con deli­rio en los últimos misterios de su vida mortal!... Y sin embargo, en­cuentra la manera de superar todos estos prodigios de humildad,eternizándolos en la Eucaristía."28

Al espíritu de independencia, el Sagrado Corazón opone su obediencia. La obediencia es el fruto de la humildad; el Cora­zón de Jesús siendo tan humilde y por lo mismo tan obediente, ¿su primer acto es que no fue un acto de obediencia? El Espíritu Santo nos lo recuerda: "Al entrar en el mundo, nos lo dice a tra­vés del Profeta-Rey, el Hijo de Dios dijo: "Heme aquí, he venido según lo que está escrito en el encabezamiento del Libro, para ha­cer tu voluntad." Eso es lo que yo quiero, Dios mío, y vuestra ley se halla en medio de mi corazón."29

"El Padre su divino Hijo; Jesús le consideró siempre como padre suyo; durante 30 años le rindió respeto y obediencia como se debe a un padre. El Evangelio confirma que estaba some­tido a María y a José.» Jesús no daba nunca un paso, no tomaba ni alimento ni descanso, sino según las órdenes de José. Le obede­cía en el acto, como Dios quiso revelarlo a santa Brígida."31

"Comenzó pues obedeciendo en la infancia, y lo fue haciendo toda su vida, y obedeció finalmente hasta la muerte infame de la cruz,32 haciendo realidad así las palabras del Salmo que acabamos de citar: Vuestra ley está grabada en mi Corazón. "33

¡Qué lección para estos espíritus engreídos e independientes, que no obedecen sino a regañadientes, y murmurando, después de exigir la razón de la orden!... Eterno había designado a san José para ocupar en la tierra su puesto cerca de

2).- Al servilismo hacia el Estado, el Corazón de Jesús opone su noble y generosa firmeza. Su humildad, sin duda, le lleva a obede­cer a toda autoridad legítima; pero no se verá nunca doblar la fren­te delante del César, para obtener sus favores; no se le verá jamás adular a la multitud, para obtener sus favores y gozar de una vana popularidad.

El demonio, para tentarle, le enseña desde lo alto de una montaña todos los reinos de la tierra y le dice: Yo te daré todo esto si me adoras. Esta tentación ha seducido a muchos ambiciosos en el campo liberal; pero cuán alejado está el Corazón de Jesús de esta funesta ambición! ¡Con qué horror rechazará la proposición de Satanás! Vade retro! "34

Predicando en Nazaret, su tierra, no se espanta de enunciar una dura verdad; sus conciudadanos, irritados, quieren precipitarlo des­de lo alto de una peña; pero él, tranquilamente, se escabulle sin in­mutarse.35 Movida por un sentimiento opuesto al de los nazarenos, una turba que alimentó hasta la saciedad en el desierto con el pan milagroso, quiere hacerle rey;rapidísimamente, elude los aplausos y ovaciones.36 Si, más tarde, acepta los honores de una entrada triunfal en Jerusalén,37 es para que su pasión, por contraste, se vuelva más ignominiosa.

Al final, ya en manos de sus enemigos Caifás le conjura a pro­nunciarse sobre su divinidad; sabe que una condena a muerte es inevitable; pero el temor al suplicio no puede cerrarle la boca.38

Poco después, Pilato desde lo alto de su tribunal, le preguntará si es rey,dándole a entender que tiene autoridad para liberarlo,

arrancarlo de las manos de sus enemigos, si consiente en renunciar a sus pretensiones, que son contrarias a la ley del Estado;39 pero el Corazón de Jesús es inaccesible a todo sentimiento de debilidad, y el divino Salvador confesará hasta el fondo de la verdad y hasta el final reivindicará surealeza y su divinidad.

3).- Finalmente, al espíritu de división, el Corazón de Jesús contrapone su inmensa caridad, su ardiente deseo de unidad.

Los hombres estaban separados de Dios, habían roto los lazos que les unían al cielo. ¿Quién viene a devolverlos a su centro? Es el Corazón de Jesús, pues la Encarnación que opera este prodigio es el fruto de su amor.

Este adorable Corazón no se limitó a este primer beneficio; nos dio laIglesia y los Sacramentos, dice san Agustín,4° corno otros nuevos medios para unirnos a su divina caridad. Cada día, más aún, a cada instante del día, nos ofrece la gracia, de la que El es la fuente; pero la gracia, ¿qué es sino el lazo sagrado del amor divino que nos une a la divinidad?

Pero esto no es suficiente para el Corazón de Jesús! El idea otro lazo que enlaza y aglutina a las almas en la unidad: es la Eu­caristía, esa otra efusión tan maravillosa de su inmensa caridad. No solamente nos une, sino que nos suelda, nos fusiona con el mis­mo Verbo Encarnado.41

Con la Eucaristía, "la vida de Jesús está en nosotros, como la vida del Padre está en El, y la unidad se consigue en el corazón, pues la comunión es la unión de los corazones."42

Escuchad ese grito que llega hasta nosotros a través de 19 siglos! Es el Testamento del amor; que se expresa así: "Yo quiero que todos los hombres no sean más que uno en la caridad, que tengan un solo corazón y una sola alma, que no formen más que una sola y misma familia, que estén en cuanto sea posible unidos entre sí, como lo estamos nosotros con la esencia divina."43

¿De dónde brota este grito, en dónde se origina este programa de amor? Del Corazón de Jesús. Es pues la unión lo que pide; rom­perla, significa causarle la mayor injuria; pero esta unión no podía existir sino en la verdad," se vuelve imposible en el terreno de las concesiones y de los compromisos con el error. El Maestro no las hizo nunca. Lleno de desvelos por los pecadores extraviados por la debilidad, aparecía lleno de severidad ante los orgullosos fariseos que resistían a la verdad, y ocultaban sus desórdenes bajo las exte­rioridades de una falsa piedad."

Hemos de creer que Pío IX veía en el Sagrado Corazón un remedio contra elLiberalismo cuando aprobaba, por la Consagración solemne del 16 de junio de 1875, una fórmula en la cual se encuentra una oración especial para la conversión de los católicos liberales. Es ésta: "Quisiera obtener de este Sagrado Corazón el despertar de esos católicos, que mientras se muestran tales en muchas obras de caridad, están sin embargo muy apegados a susopiniones y rehúsan someterse a las decisiones de la Iglesia, de su Cabeza visible, y alimentan sentimientos que les apartan de su ma­gisterio. Que lleguen a adentrarse en sí mismos y se persuadan bien que aquél que no escucha plenamente a la Iglesia, no escucha a Dios, que está con ella."

No hay que engañarse: la devoción al Sagrado Corazón es uno de los medios más poderosos dados al mundo para su salvación, en la época azarosa en que vivimos. El Cielo lo ha declarado por los Santos y el mismo Salvador. Todo ello ha sido confirmado y decla­rado auténtico por la Iglesia, por la persona del Romano Pontífice, que tiene la misión de enseñar a los hombres el camino que condu­ce a la verdad y a la vida. Es indispensable, pues agarrarse a esa ta­bla de salvación.

Y la Santísima Virgen María, que ocupó un lugar tan privilegia­do en la Redención del género humano, ¿puede acaso ser extraña a ese magno movimiento de restauración? María, cuyo nacimiento fue la alborada de la salvación de los hombres, ¿no será también el inicio de la renovación de los pueblos? Y a causa de esto, Ella que en el misterio de la regeneración del mundo, fue saludada con el augusto título de Madre de Dios, ¿no debería hoy recibir un NOMBRE que exprese su cooperación a esta gran obra: la resurrec­ción de las almas y de la sociedad a través del Corazón de Jesús?

Este NOMBRE lo tenemos ya, es el de NUESTRA SEÑORA DEL SAGRADO CORAZÓN.

IV. Pío IX designa al Corazón de Jesús como el remedio a los males que aquejan a la sociedad actual

El grande e inmortal Pío IX siempre ha profesado una tierna devoción hacia el Sagrado Corazón. Apenas subido a la cátedra de Pedro, puso su mirada sobre este divino Corazón para que fuera su consuelo, su esperanza, su fuerza y su luz. Pronto se apuró a extender su fiesta, que algunas diócesis celebraban como privilegio; a la Iglesia entera, imponiendo su oficio a todos los sacerdotes. Propagó su culto con entusiasmo y dio nuevo impulso a las cofra­días establecidas en su honor, tan convencido estaba en El se en­contraba la salvación de los tiempos presentes.

1).- En su bula de beatificación de la sierva de Dios Margarita María, en donde habla como doctor, nos muestra todos los te­soros de gracia, de sabiduría, de ciencia, de misericordia, que en El se encierran.

En septiembre de 1860, fiesta del santo Nombre de María, el fundador de la pequeña Congregación de los Misioneros del Sagrado Corazón avalado por una carta de Mons. Menjaud, arzobispo de Bourges, estaba a los pies de Pío IX, que le había acogido con extrema benevolencia. El Papa le preguntó: "Parece que deseáis hablarme de vuestro piadoso Instituto. ¿Cuándo fue fundado?

¿Cuál es su finalidad? — Padre Santo, nació el 8 de Dic. de 1854, 72 el día mismo de la promulgación del dogma de la Inmaculada Concepción, al final de una novena que acabábamos de hacer para solicitar este favor. Fue aprobada por el Cardenal Pont, entonces arzobispo de Bourges. Su objetivo era la glorificación del Corazón de Jesús por todos los medios posibles, la santificación de las almas y del clero secular por medio de este divino Corazón; era como la aplicación a la sociedad tan enferma, del remedio soberano que El ofrece para curarla; y para la reparación de los ultrajes querecibe y para perfección de los Misioneros por medio de los ejer­cicios de la vida religiosa, por medio de los recursos que él les ofrece."

"Conseguirán este objetivo por la predicación, la educación de la juventud, la dirección de las almas, las ceremonias públicas, las obras del santo ministerio; las asociaciones sacerdotales y laicas bajo el patrocinio del Sagrado Corazón."

Pío IX añadió entonces: "Esta obra parece responder bien a lasnecesidades de nuestra época; por eso hago votos para su prospe­ridad. Yo la bendigo de todo corazón. Yo quisiera que todos los sacerdotes formaran parte. Creced y multiplicaos: Crescite et multiplicamini.46 La Iglesia y la sociedad no tienen más esperanza que_ en el Sagrado Corazón de   Jesús, es El quien los curará de todos los  males. Predicad y difundid por todas partes la devoción al Sagrado Corazón;  ella será la salvación del mundo. Apresuraos en organizaros y constituiros. Me sentiré feliz de aprobaros y de daros la exis­tencia canónica que os falta". Después, concedió 100 días de in-dulgencia a estas palabras que los Misioneros del Sagrado Corazón habían adoptado como divisa: Ametur ubique terrarum Cor Jesu Sacratissimum: Amado sea en todas partes el Sagrado Corazón deJesús. "47

Nueve años después de esta memorable audiencia, Pío IX otorga a la humilde Sociedad del Sagrado Corazón un breve laudatorio y, en 1874, se dignó aprobarla definitivamente por un decreto, da­tado el mismo día de la fiesta de este divino Corazón. Sus votos y los nuestros se vieron realizados.

Se destaca de esta página que el gran Papa de la Inmaculada Concepción y de la Infalibilidad Pontificia, consideraba al Sagra­do Corazón de Jesús como el remedio que la divina Providencia había mantenido en reserva para ser la salvación de la Iglesia y sa­nar a la sociedad moderna de los males que la aquejan y procurar a los fieles los socorros que necesita.

Pero esto no es todo. El 3 de junio de 1874, el P. Vandel, el P. Jouét y el P. Chevalier, fueron recibidos en audiencia particular en El Vaticano. Esta visita tenía un doble objetivo: la aprobación definitiva de la Congregación de los Misioneros del Sagrado Cora­zón y el insigne privilegio de tener a Pío IX como superior perso­nal y efectivo de la pequeña Sociedad de tal forma consagrada al divino Corazón de Jesús. El Soberano Pontífice, viendo en las ma­nos del superior una súplica ricamente decorada, le pidió que se laexplicara. Este era el contenido:

"Santísimo Padre,

El P. Julio Chevalier, sacerdote de la Diócesis de Bourges, su­perior de los Misioneros del Sagrado Corazón, humildemente pos­trado a los pies de Vuestra Santidad, suplica el siguiente favor: Que Vuestra Santidad, que se ha dignado bendecir, animar y apro­bar nuestra pequeña Sociedad religiosa, nacida en Issoudun el día mismo de la promulgación del dogma de la Inmaculada Concep­ción, se digne aceptar la plena y entera donación que esta humilde Congregación Os hace de sí misma, de todos sus miembros y de to­das sus obras, como de un bien que os pertenece, considerandooscomo su Fundador y su Superior personal y que este título que nos impone la dulce obligación de ser cada día más entregados a Vuestra causa, que es la misma causa de Jesucristo, y nosotros ad­quiriremos el derecho de participar de Vuestros méritos y de to‑

-das vuestras oraciones, tanto para nosotros, como para los que en el futuro entraren en esta misma Congregación.

Dignaos, Santísimo Padre, ratificar con vuestra firma este de­seo de vuestros hijos."

—De acuerdo, exclamó el Papa, quien durante toda la lectura no había cesado de expresar con sus gestos su asentimiento a todo lo que se decía: "Sí, sí! Puedo hacer lo que deseáis..."

Y tomando su pluma, el augusto anciano puso su firma deba­jo de la súplica, haciéndola preceder de estas palabras:

"Benedicat vos Deus, et det vobis gratiam jura Ecclesiae tuendi,peccatores ad poenitentiam vocandi, devotionem erga B.M.V. semper fovendi, et Dominus sit vobiscum. — PIUS IX. — Que el Se­ñor os bendiga os conceda la gracia de defender los derechos de la Iglesia, de llamar a los pecadores a la penitencia, de promover siem­pre la devoción hacia la B. Virgen María, y que el Señor esté siem­pre con vosotros. — PIO IX.

Y el Superior continuó: "Puesto que tenemos el privilegio de ser vuestros hijos y vuestros misioneros, permitidnos Santísimo  Padre, renovar nuestros votos perpetuos en Vuestras  manos y de añadir un quarto: El de ir dondequiera que Vuestra Santidad o el Superior de la Congregación  quisiera enviarnos."

El Soberano Pontífice tomó entonces nuestras manos en las suyas. Y después de haber hecho nuestra profesión religiosa, pro­nunció estas palabras: Benedicat vos Deus et dirigat corda vestra et consilia vestra in nomine Patris et Filii et Spiritus Sancti: Que el Señor os bendiga, dirija vuestros corazones y vuestros consejos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo". Le pre­sentamos enseguida, para que lo bendijera, un Corazón bordado sobre un fondo blanco, llevando esta divisa que el había bendeci­do e indulgenciado anteriormente: Amado sea en todas partes elSagrado Corazón de Jesús. Lo hizo con gran benevolencia, di­ciendo: "Poned esta insignia sobre vuestros pechos; por ahí sa­brán que sois Misioneros del Sagrado Corazón".

El año siguiente, el secretario particular de Mons. de Bourges, antiguo capellán del ejército, se presentó delante de él, acompa­ñado del P. Jouét. Tenía sobre el ojal de la sotana la cinta de la legión de Honor. El Santo Padre, con una sonrisa un poco malicio­sa le preguntó qué significaba aquella cintita roja. "Padre Santo, contestó, es la condecoración que he recibido, como capellán mi­litar, en la última guerra." — Ah! Es la Legión de Honor! Añadió el Papa; pero la verdadera cruz de la Legión de Honor, hela aquí!mostrando con su dedo el gran Corazón bordado sobre el pecho del P. Jouét.

Sí, para Pío IX, el Sagrado Corazón lo era todo! Veía en El la esperanza de la Iglesia y la salvación de la sociedad moderna.

A continuación nos habló en términos sublimes, del Sagrado Corazón, y nos felicitó de la importante misión que se nos había confiado.

Entonces le recordamos la súplica, acompañada de 50,000 firmas, que le habíamos dirigido en 1871, durante los tristes acon­tecimientos de la guerra, para pedirle la consagración del mundo entero al Sagrado Corazón de Jesús. Recogiéndose al instante, de­jó caer de sus labios estas palabras: "Sí, hace tiempo se me solicitó que consagrara todos los pueblos al Sagrado Corazón de Jesús.48 Entonces aún no me sentía del todo dispuesto: no había llegado el momento; pero hoy, si los buenos católicos me lo pidieran, lo haría gustosamente. Respondería a la voluntad de los fieles; hace falta que este divino Corazón ejerza su soberanía real sobre el mundo."

—" ¿Vuestra Santidad nos permitiría solicitar nuevas adhesio­nes para poder llevar a cabo la realización de este gran acto?" —"Sí, sí, contestó el Papa, hacedlo vosotros, puesto que sois los Mi­sioneros del Sagrado Corazón es asunto vuestro".

Estas palabras del Vicario de Jesucristo cayeron sobre nuestroscorazones, como aceite sobre el fuego. Nos pusimos enseguida a planearlo inmediatamente, acordándonos de la carta de Santa Mar­garita María: "El divino Corazón me ha dado a conocer que todos aquellos que quieran rendirle y procurarle todo el amor y todo el honor, que les fuera posible, que serían enriquecidos con profu­sión de los diversos tesoros que proceden de su Sagrado Corazón."49

2).- Enviamos a todas partes un número considerable de circu­lares con el ruego de recoger el mayor número posible de nombres y de remitírnoslos, no más tarde del lo. de octubre. En pocos me­ses teníamos en nuestro poder unos tres millones de firmas y 160 cartas de cardenales, arzobispos y obispos de Francia, de Italia, de España, de Holanda, de Austria, de Bélgica, de Canadá, etc.; en conjunto formaba 30 volúmenes in-folio, magníficamente encua­dernados con las armas pontificias. El Santo Padre, prevenido por Mons. de la Tour d'Auvergne, fijó nuestra audiencia para el 11 de enero de 1875. Esta es la carta que nuestro eminente arzobispo dirigió a Su Santidad:

"Al acercarse las fiestas de Navidad donde aparecieron la be­nignidad y la humildad de nuestro divino Salvador, pensamos que nada mejor para alegrar vuestro corazón, que tiene que beber tan­tas amarguras, que haceros conocer, por un testimonio sensible la tierna devoción que Vuestros hijos sienten hacia el Sagrado Co­razón de Nuestro Señor Jesucristo."

"Estas súplicas, que contienen 160 cartas de obispos que pi­den esta consagración y 3, 000,000 de adhesiones de fieles, están contenidos en 30 volúmenes.50 Todas estas suscripciones han es­tado provocadas y recogidas por el celo y los cuidados de los Pa­dres Misioneros del Sagrado Corazón, establecidos en Issoudun. Nos es grato recordar que Vuestra Santidad, el mes de junio últi­mo, se dignó recibir en audiencia particular, con una gran bon­dad, al P. Julio Chevalier, superior de esos mismos misioneros, y dos miembros más de la citada congregación, y que Ella les exhor­tó con paternales palabras, a solicitar los votos de los fieles para esta consagración.

"Estos Padres, aceptando con gozo esta gloriosa Misión, se pu­sieron enseguida a la obra con una entrega absoluta y no regatea­ron nada para triunfar en esta noble empresa. Hicieron imprimir las peticiones, las difundieron en Francia y otros países y reco­gieron un número prodigioso de adhesiones entre el clero y los pia­dosos fieles. El divino Corazón bendijo tan bien sus esfuerzos, que en el espacio de pocos meses, reunieron 30 volúmenes de nombres recogidos, y cada volumen contiene 100,000 suscripciones.

"A todos estos votos, Santísimo Padre, que nos sea permitido añadir los nuestros, a fin de que impresionado por el concierto de tantas súplicas, Vos queráis aprobar esta consagración. Sin embargo, deseamos hacer esta súplica, que si la fórmula propuesta ence­rrara por azar alguna dificultad, sea sustituida por otra mejor.

"Que Vuestra Santidad se digne pues, de la manera que mejorconvenga, consagrar al divino Corazón de Jesús la ciudad de Roma y el mundo entero, para bien de la Iglesia, defensa de la Santa Sede y gloria del mismo divino Salvador.

"Y entonces, se propagará la gran noticia que será objeto de gozo para todo el pueblo, y en este día, más que nunca, habrá una fuente abierta para toda la casa de David y todos vendremos con alegría a extraer las aguas de la gracia de las fuentes del Salvador.

"Depositando humildemente, Santísimo Padre, estas súplicas delante del trono de Vuestra Paternidad, besamos Vuestros pies sa­grados e imploramos con humildad vuestra bendición Apostólica.

"De Vuestra Santidad, el más humilde, sumiso y abnegado servidor e hijo en Jesucristo.

"Bourges, el 21 Diciembre 1874 "C. A. Arzobispo de Bourges"

Fieles a la cita, Mons. Ricci nos introdujo hasta Su Santidad. Después de depositar los 30 volúmenes en la sala de audiencia, el P. Chevalier, arrodillado a los pies de Pío IX, dio lectura a la carta siguiente:

"Santísimo Padre,

"En vísperas de los grandes sucesos que debían cambiar la faz de Europa, tuve la dicha de postrarme a los pies de Vuestra Santi­dad. Era a comienzos de Sept. de 1860. Solicité entonces de vues­tra Paternidad su bendición, siempre fecunda, a favor del Instituto de los Misioneros del Sagrado Corazón de Jesús.

"En aquella ocasión, Santísimo Padre, Nos dijisteis estas me­morables palabras: "A la Iglesia y a la Sociedad no les queda más esperanza que el Corazón de Nuestro Señor Jesucristo. Es El quien curará todos sus males."

"Después, los hechos se han precipitado... Vos, Santísimo Pa­dre, habéis sido despojado de vuestro patrimonio, y víctima de la injusticia y de la perfidia. Hoy día, la Iglesia de Dios perseguida a muerte, y la sociedad acosada por la rabia del infierno, se vuelven hacia Vos, Santísimo Padre. Entre la una y la otra, hay 160 obis­pos y más de 3 millones de católicos, cuyos nombres, venidos del mundo entero, se hallan incluidos en estos volúmenes. Ellos supli­can a Vuestra Santidad ser colocados por un acto solemne bajo el patrocinio del Corazón de Jesús, fuente de la gracia y de la bendi­ción. Quiera ese divino Corazón, Santísimo Padre, calmar las olasencrespadas que agitan tan violentamente la barca de Pedro, disi­par la tormenta siempre amenazadora que brama sobre vuestra au­gusta cabeza, romper las cadenas de Vuestra cautividad y hacer brillar pronto, a Vuestros ojos, los días del triunfo tan deseado".

El soberano Pontífice escuchó la lectura de esta alocución, que se translucía en sus rasgos venerables y contestó con algunas pa­labras que reproduzco aquí con toda la fidelidad posible:

"Tres millones! Esto es todo un ejército! Pues bien, yo me pondré al frente de esos millones, y marcharemos a la conquista del mundo.

"Deseo que lo que decimos aquí en la tierra, sea repetido en el cielo; seguiremos suplicando y esperaremos el triunfo con con­fianza. Hemos de tener confianza que el Señor nos liberará, tenemos necesidad de valentía para combatir los combates del Señor y para triunfar de todos nuestros enemigos, pero no debemos temer. Que nuestra bandera sea la de la verdad, la bandera de la oración y así estaremos seguros de triunfar. Pediremos al Señor la fuerza que necesitamos."

A continuación Su Santidad hojeó el volumen de los Obispos, expresando su admiración por la belleza y acabado de los dibujos.

Poco después, Pío IX envió el Breve siguiente a Mons. de la Tour d'Auvergne, en contestación a su carta:

A nuestro venerable Hermano Carlos Amable, arzobispo de Bourges.

Pío IX, Papa.

Venerable Hermano, salud y bendición Apostólica.

Hemos recibido con vuestra carta llena de respeto, que nos habéis enviado en la proximidad de las fiestas de la Navidad del Señor, los 28 volúmenes que contienen las súplicas de obispos y fieles que tienen por objetivo la consagración de la Iglesia Universal a la gloria del Corazón Sagrado del divino Redentor. Nos he­mos comprendido, venerable Hermano, que de tales súplicas, que apoyan un número tan grande de firmas, recogidas por los desvelos de los Religiosos del Sagrado Corazón de Issoudun, emana un ardiente deseo y un amor vivísimo y una confianza plena hacia el autor tan amante de nuestra salvación.

Hemos ordenado que todas estas súplicas sean trasmitidas a Nuestra Sagrada Congregación de Ritos, a quien pertenece decidir y tratar estos asuntos con el cuidado y la madurez que merecen.

No obstante, venerable Hermano, alabamos grandemente vues­tra ardiente piedad hacia la divina Víctima del amor y el celo con el que os esforzáis en aumentar y atraer hacia la Iglesia sus divinas misericordias; Nosotros creemos que no hay nada más oportuno, en medio de las necesidades tan grandes de la Iglesia, que hacer subir sin pausa vuestras oraciones hacia el Padre de las misericor­dias, en nombre de su Hijo Único.

Así, confiando en la misericordia divina, suplicamos, tanto para vos, como para Nuestros venerables Hermanos y para todos los fieles, cuyos votos hemos recibido, que vuestros corazones es­tén inflamados cada día más del fuego de la divina caridad, de donde emanan todos los bienes. Y como prenda de divinas gra­cias y en testimonio de Nuestra particular benevolencia, Nos os concedemos, con amor en el Señor, nuestra Bendición Apostólica.

Dado en Roma, cerca de San Pedro, el 10 de Feb. 1875, el 29o. de Nuestro Pontificado

Pío IX, Papa.

La Sagrada Congregación de Ritos, después de haber madura­mente examinado la cuestión de la Consagración del mundo entero al Sagrado Corazón de Jesús, que el Papa le había presentado, edi­tó el decreto siguiente:

DECRETO: Cada día llegan de todas las partes del mundo, a nuestro Santísimo Padre el Papa Pío IX, numerosas súplicas de obispos y peticiones de fieles, en número incalculable casi, por las que se pide insistentemente que El personalmente, a fin de excitar y acrecentar la piedad hacia este Santísimo Corazón de Jesucristo nuestro Salvador, se digne consagrar el mundo entero al Sacratí­simo Corazón.

Y Su Santidad, considerando en su espíritu, delante de Dios, la importancia de la cosa y queriendo de alguna manera satisfacer a tan piadosos deseos, se ha dignado aprobar la súplica adjunta, y propone sea recitada, en cualquier lengua que sea, mientras sea fielmente traducida, a todos los que quieran consagrarse a sí mis­mos al Sagrado Corazón de Jesús. De esta forma, todos los fieles de Jesucristo, comprometiéndose ante el divino Corazón de Jesús con esta fórmula unánime de consagración, afirmarán con más claridad la unidad de la Iglesia; encontrarán en este Corazón el refugio más seguro contra los peligros que acechan las almas, en­contrarán paciencia en medio de las tribulaciones, que sufre hoy día la Iglesia de Jesucristo y hallarán la más firme esperanza y el consuelo en las angustias de la vida.

Su Santidad ha querido que su opinión sea manifestada a todos los Ordinarios por el presente Decreto y que la fórmula de la ora­ción de que se habla les sea trasmitida, a fin de que si juzgan ante el Señor y consideran que ello aprovechará a muchos del rebaño que les está confiado, tengan cuidado de que sea publicada, exhor­tando al mismo tiempo a los fieles a recitar esta oración, ya en pú­blico, ya en privado, el 16 de junio del presente año, que es el día que ocurre el segundo centenario de la revelación hecha por el Re­dentor mismo, a la bienaventurada Margarita María de Alacoque, para animarla a propagar la devoción hacia su Sagrado Corazón.

A todos los fieles que lo hagan el día indicado, Su Santidad concede, según la fórmula usada en la Iglesia, una indulgencia plenaria, igualmente aplicable a las almas del Purgatorio, estando verdaderamente contritos, se hayan confesado y recibido la santa Comunión y visiten una iglesia, o un oratorio público, donde rue­guen por un espacio de tiempo, por las intenciones de Su Santidad. No obstante las razones contrarias. El 22 de Abril de 1875.

C. Obispo de Ostia y Velletri, card. Patrizi
Pref. de la S. C. de Ritos

Plac. Ralli, secretario de la S. C.

Este es el Acto de consagración:

Acto de Consagración al Sagrado Corazón de Jesús aprobado por el decreto de la Sagrada Congregación de Ritos, del 22 de abril de 1875.

Oh Jesús, mi Redentor y mi Dios! A pesar del gran amor que sentís por los hombres, por cuya Redención vertisteis toda vues­tra preciosa sangre, os devuelven bien poco amor! Peor aún, os ha­cen tantas ofensas y ultrajes, sobre todo con las blasfemias y pro­fanación de los días que os están consagrados! Oh, si yo pudiera dar a vuestro Corazón divino alguna satisfacción! Si yo pudiera re­parar tanta ingratitud y compensar esa falta de gratitud que recibís de la mayoría de los hombres.

Yo quisiera poder probaros cuanto deseo rendir amor por amor a este Corazón adorable y tan amante, y honrarle a la faz de todos los hombres, y aumentar así poco a poco vuestra gloria!

Quisiera poder obtener de ese Corazón la conversión de los pe­cadores, sacudir la indiferencia de tantos, que teniendo la dicha de pertenecer a la Iglesia, no sienten en su corazón el interés de vues­tra gloria y la de la Iglesia, que es vuestra Esposa.

Yo quisiera obtener de vuestro Corazón el despertar de esos otros católicos, que mientras actúan como tales en muchas obras exteriores de caridad, están sin embargo tan apegados a sus opi­niones y rehúsan someterse a las decisiones de la Santa Sede, o ali­mentan sentimientos que les apartan de su magisterio; que puedan reflexionar y lleguen a persuadirse que el que no escucha totalmen­te la voz de la Iglesia, no escucha a Dios que está en ella.

Así, para obtener estos resultados tan preciosos, más aún, para obtener el triunfo y la paz durable de Vuestra Esposa Inmaculada, el bienestar y la prosperidad de vuestro Vicario aquí abajo, y ver la consecución de sus santas intenciones; y al mismo tiempo para que todo el clero se santifique más y más os sea cada vez más agra­dable; y por tantos otros fines que Vos, Jesús mío, tenéis en vista, de conformidad con vuestros deseos y por todo lo que pueda con­tribuir a la conversión de los pecadores y a la santificación de los justos, a fin de que todos obtengamos un día la salvación eterna de nuestras almas, y en fin, porque sé que hago, Jesús mío, una cosa agradable a vuestro dulce Corazón; prosternado a vuestros pies, en presencia de la Santísima Virgen María y de toda la corte celestial, reconozco solemnemente que por muchos títulos, por justicia y por gracia, pertenezco total y únicamente a Vos, Reden­tor mío Jesús, única fuente de todo bien para el alma y para el cuerpo; uniéndome a las intenciones del soberano Pontífice, me consagro a este Corazón, yo y todo lo que es mío; solo a El quie­ro amar y servir con toda mi alma, con todo mi corazón, todas mis fuerzas, haciendo de vuestra voluntad la mía y uniendo todos misdeseos a los vuestros.

En fin, como signo público de esta consagración, que hago ahora, os declaro solemnemente, Dios mío, que en el futuro, en honor de este mismo Sagrado Corazón, quiero, según las reglas de la Iglesia, observar las fiestas de precepto y procurar que las observen las personas sobre las que pueda tener influencia y autoridad.

Reuniendo pues en vuestro amable Corazón, todos estos san­tos deseos y propósitos que vuestra gracia me inspira, tengo la confianza de poder darle una compensación de tantas injurias que recibe de los ingratos hijos de los hombres y de encontrar, para mi alma y para las almas de todos los míos, la felicidad para todos, en esta vida y en la otra. AMEN. Amén.



Esta fórmula del Acto de Consagración, procedente de la Sa­grada Congregación de Ritos venía firmada por el R.P.D. Ralli, se­cretario y José Ciccolini, sustituto. Fecha 25,4,1875.

La fecha escogida para esta Consagración universal de todos los cristianos al Corazón de Jesús, fue el 16 de junio, fiesta del Sagrado Corazón, 2o. Centenario de la Aparición de Nuestro Señor a Sta. Margarita María, revelándole los tesoros de su Corazón, de ese Co­razón que tanto ha amado a los hombres; este mismo día era tam­bién el 300. aniversario de la elevación de Pío IX a la sede de Pedro.

Esta consagración fue para el mundo católico causa de gran alegría y una fuente de gracias innumerables.

El glorioso Padre de la Infalibilidad, consideraba al Sagrado Corazón comoel remedio de todos los males. Su sucesor, se ins­pirará en los mismos sentimientos y rendirá al Corazón de Jesús, un homenaje más radiante y más solemne todavía.

V. León XIII proclama al Sagrado Corazón
como la salvación de la humanidad y

el remedio de todos sus males

Nadie ignora su tierna devoción hacia el Corazón de Jesús, que aprendió en los brazos de su madre y que fue siempre el encanto de su vida. Cardenal-Obispo de Perusa, la recomendó a sus queri­dos diocesanos como uno de los medios más eficaces de santifica­ción. Cuando descubrió aNuestra Señora del Sagrado Corazón y su influencia con relación a las causas difíciles y desesperadas, con­sideró esta devoción, después de haber examinado su valor, como un camino seguro para ir al Corazón de Jesús y conseguir las gra­cias de las que El es el origen. Hizo erigir en su catedral una esplén­dida estatua en su honor y animó a los fieles a recurrir a Ella, que tiene en sus manos todos los tesoros del Corazón de su Hijo.51

El amor de León XIII por el Sagrado Corazón no decreció con los años, al contrario. Una vez Papa, se esforzó en rendir al Sagra­do Corazón los homenajes que merecía. Encontrando que su fies­ta no tenía el relieve que merecía por su dignidad, la elevó al rito de primera clase e hizo presión a los fieles para que la celebraran con mayor solemnidad.

Hasta aquí, las letanías del Sagrado Corazón no podían ser re­citadas en público; estaban solamente permitidas para el culto pri­vado. León XIII, a la petición del Cardenal Perraud, obispo de Autun y de Mons. Robert, obispo de Marsella, las hizo revisar con cui­dado.52 Y luego las aprobó para la Iglesia Universal después de ha­ber añadido seis nuevas invocaciones. Por esta aprobación tan de­seada desde hacía largo tiempo, dio a las almas cristianas una inmensa satisfacción. De suerte que estas invocaciones tan bellas, esas súplicas tan conmovedoras, esos gritos de amor, de esperanza y de salvación, son elevados por los ángeles hasta el Corazón de Je­sús que, en reacción, distribuye sobre el mundo torrentes de gra­cias y de bendiciones.

Este es el decreto de la S. Congregación de Ritos "Urbi et Orbi".

Nuestro Santo Padre el Papa León XIII, por un decreto de la S. Cong. de Ritos, de fecha 27 de junio del año pasado, aprobó las Letanías del Sagrado Corazón de Jesús y se dignó autorizar la re­citación o el canto en público, en las iglesias y oratorios de las Dió­cesis de Autun y Marsella y de la Orden de la Visitación de la B.V.M. Desde este momento, los Obispos, las Congregaciones reli­giosas y las Asociaciones piadosas, han hecho llegar a la Sta. Sede, las peticiones en gran número. Manifestaban así el deseo general de ver extenderse por todas partes el uso de las santas invocaciones, a fin de procurar más la gloria y la alabanza al Corazón adorable, de incrementar al mismo tiempo la piedad de los fieles, igual que el Santo Nombre de Jesús es glorificado en todo el mundo católico, en una común y pública alabanza, por el uso de Letanías particu­lares, insertas en el Ritual Romano. Además, el Santo Padre, en su tierna devoción hacia el Corazón amantísimo de Jesús y en su de­seo ardiente de encontrar remedio a los males que nos conturban cada vez más, se propone consagrar el mundo entero a este Cora­zón adorable. Para dar más solemnidad a esta consagración, ha de­cidido ordenar próximamente un triduo de oraciones, del que for­marán parte estas piadosas invocaciones. Por esto, se ha dignado autorizar a perpetuidad en el mundo entero el uso, tanto público como privado, de la recitación y del canto de las Letanías al Sagrado Corazón de Jesús, ya probadas y enriquecidas de 300 días de indulgencia. No obstante todo lo contrario. El 2 de abril de 1899.

Camilo, obispo de Palestrina, card. Mazella
Prefecto de la S. C. de Ritos

Diómedes Panici,

secretario de la S. C. de Ritos



León XIII se propone que el Sagrado Corazón tenga también su mes de predilección. Así, invita a todos los fieles a que le con­sagren el mes de junio todo entero, con ejercicios cotidianos y públicos en su honor. El sabe que este Corazón adorable encierra

Todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia,53 que es la casa de Dios y la puerta del Cielo,54 un horno de ardiente caridad,55 el abismo de todas las virtudes,56 la fuente de la vida y de la san­tidad,57 de cuya plenitud todo lo hemos recibido,58 y que es el centro y el rey de todos los corazones. 59

Quiere que nos consagremos todos a El, que le consideremos como nuestro recurso supremo y que le honremos muy especial­mente durante el mes de junio. Y para que no haya posibilidad de comprender mal su voluntad, León XIII nos hace llegar su de­seo en un documento oficial, del 21 de julio de 1899, emanado de la Sda. Congregación de Ritos. Esto es lo que allí se nos propone:

1).-           "Es necesario que la piedad iluminada con respecto al Corazón sagrado del divino Redentor, se mantenga estable y que sepa alimentarse perpetuamente, pues la perseverancia en la oración ejerce, si puedo expresarme así,60 una especie de violencia sobre el Corazón dulcísimo y le lleva a abrir sus fuentes de gracia, que él mismo ansía hacer manar más abundantes, como lo declaró más de una vez a santa Margarita María de Alacoque, su fidelísima sierva...

"Por lo que... el Santo Padre, empleándome como intérprete de su voluntad,recomienda especialmente el uso, ya extendido en muchas iglesias, de rendir durante todo el mes de junio, diversos homenajes públicos de piedad, a este divino Corazón. Para hacer más atractivos estos homenajes, el soberano Pontífice, abriendo los tesoros de la Iglesia, concede una indulgencia de 300 días a los fieles, indulgencia que podrán ganar cada vez que asistan a ejercicios piadosos de este género, y también una plenaria a los que, durante el mes de junio, hubieren asistido a lo menos 10 días."61

2).-Pero esto no es suficiente para el gran Papa; quiere más to­davía. Escuchemos la Sagrada Congregación de Ritos, que nos lo hará decir:

"Otro gran deseo del Soberano Pontífice, dice ella, es el de ver propagarse cada día más una práctica altamente recomendable y que existe ya en muchos lugares, en virtud de la cual, los primeros viernes de cada mes, se realizan ejercicios en honor al Sagrado Co­razón, donde se recitan públicamente las Letanías, que no hace mucho el mismo Papa había aprobado, donde se repite la fórmula de consagración, que él había propuesto. Si esta práctica se extendiera en el pueblo cristiano y se convirtiera en cierta manera en algo habitual, rendiría frecuente y asidua la afirmación del derecho divino y real que Cristo ha recibido de su Padre sobre todo el género humano, que El ha adquirido al precio de su sangre. Jesucristo mismo, conmovido por estos homenajes, y por otra parte rico en misericordia y maravillosamente inclinado a colmar a los hombres de sus beneficios, estará dispuesto a olvidar su malicia y les tenderá los brazos, no sólo como a sumisos fieles, sino como a buenos ami­gos e hijos bien amados..."62

El Santo Padre, al recomendar los Primeros Viernes de mes, responde al deseo que Nuestro Señor manifestó tantas veces a san­ta Margarita María. Estas son las palabras de la Santa:

"Todos los Primeros Viernes de mes, el Sagrado Corazón se merepresentaba como un sol brillante, con una claridad deslumbra­dora.

"Especialmente en este tiempo mi divino Maestro me indicaba lo que quería de mí y me descubría los secretos de su Corazón.

"Yo te prometo, me dijo un día, en la excesiva misericordia de mi Corazón, que su amor todopoderoso concederá a todos los que comulguen nueve primeros viernes de mes, sin interrupción, la gra­cia final de la penitencia: no morirán en mi desgracia, mi divino Corazón les será un asilo seguro en aquel momento supremo.

"En otra ocasión Nuestro Señor me dijo: "Te ordeno que to­dos los primeros viernes de mes recibas la sagrada Comunión, para satisfacer con ello a la divina justicia por los méritos de mi Sagrado Corazón, ofreciéndome a mi Padre eterno para reparar las faltas que se cometen."

"Nuestro Señor Jesucristo, dice ella en otra parte, se me pre­sentó radiante de gloria, y descubriéndome su amable Corazón, me dijo: "Sé muy atenta a mi voz y a lo que te pido: Tu comul­garás todos los primeros viernes de cada mes, para reparar, en cuanto te sea posible, los ultrajes que recibo en el Smo. Sacra­mento, a lo largo del mes."63

León XIII, al recomendarnos la celebración de los Primeros Viernes de cada mes con la Sagrada Comunión y un acto bien sin­cero de Reparación al Sagrado Corazón,64 según el deseo de Nuestro Señor, expresado tan a menudo a su fiel sierva, nos señala el medio de desarmar la justicia divina y nos abre una fuente de ben­diciones.

El Santo Padre no quiere que nada se escape a la influencia del Sagrado Corazón, que es el remedio de todos los males que nos aquejan. Por eso su deseo es ver enrolarse bajo su bandera los hom­bres de todas las edades y particularmente la infancia y la juventud. Una vez más la Congregación de Ritos nos lo asegura:

"Además, dice, el Santo Padre desea fervientemente que la gente joven, sobre todo los que se dedican a las letras y a las cien­cias, se agrupen en asociaciones, archicofradías o congregaciones del Sagrado Corazón. Se trata de esa falange de jóvenes escogidos, que habiendo dado espontáneamente su nombre, se reúnen cada semana, en un día y hora convenidos, en las iglesias o capillas, o en un local afecto a sus trabajos y allí, bajo la dirección de algún sacerdote, realicen piadosamente algún ejercicio piadoso en honordel Sagrado Corazón. Si el divino Corazón recibe con placer cual­quier homenaje que recibe de los fieles, recibirá el de los corazones jóvenes con una alegría muy particular.

"Las palabras no pueden explicar hasta qué punto esas prác­ticas de piedad son útiles a la misma juventud. Es imposible que la contemplación constante del divino Corazón, así como el conoci­miento más íntimo de sus perfecciones y de su amor inefable, no amortiguará el impulso de las pasiones impetuosas y no constituirá un impulso en la búsqueda y práctica de la virtud.

"Grupos análogos podrían asimismo organizarse entre los adul­tos que participan en diversas agrupaciones católicas.

"Por lo demás, ninguno de los piadosos ejercicios que hemos enumerado, están formalmente prescritos por el Santo Padre. To­dos ellos son sólo facultativos, aunque recomendables en alto grado.

"El se fía enteramente en la prudencia y sabiduría de los obis­pos, y a su celo ardiente y abnegado. Sólo desea una cosa, que la piedad hacia el Sagrado Corazón del Señor Jesús no cese de robustecerse y de florecer entre los pueblos cristianos."65

3).- Para conseguir este objetivo y darle la perfección que en­traña, ¿qué hará León XIII el Papa del Sgdo. Corazón? Con su mirada de águila, escruta todos los sistemas de una filosofía engaño­sa, las doctrinas materialistas y antisociales que se extienden más cada día; y abarcando con una seguridad de visión tan profunda como su genio, la generación actual y sondeando las llagas abier­tas que ella tiene en sus flancos, está consternado de estupor. Ya que el Espíritu Santo afirma que las naciones son capaces de cu­ración,66se pregunta: ¿qué remedio eficaz podemos aplicar? Y, después de haber meditado y reflexionado maduramente, nos pro­pone al Sagrado Corazón de Jesús.

Evidentemente, antes de tomar esta determinación, el sobera­no Pontífice no ha dejado de recorrer los 30 volúmenes infolio, que contenían las súplicas de tres millones de nuestros asociados y de los 160 cardenales, obispos y arzobispos de todos los países, y de tantas personas más, especialmente las que han recogido los Padres Jesuitas, solicitando de Pío IX la consagración del mundo entero al Sagrado Corazón de Jesús. Por lo demás, él mismo lo ha dicho en su inmortal Encíclica. He aquí sus palabras:

"Hace alrededor de 25 años, al aprobar las solemnidades del Centenario Segundo del día en que santa Margarita María recibió de Dios la orden de propagar el culto al divino Corazón, cartas apremiantes que procedían no solamente de particulares, sino tam­bién de obispos, fueron enviadas en gran número y de todos los la­dos, a Pío IX. Ellas pretendían obtener que el soberano Pontífice quisiera consagrar al Sagrado Corazón de Jesús, a todo el género humano. Se prefirió entonces diferirlo, a fin de ir madurando másprofundamente la decisión.

"A la espera, las ciudades recibieron la autorización de consagrarse separadamente, si así lo deseaban, y se prescribió una fór­mula de consagración. Ahora, habiendo sobrevenido otros moti­vos, pensamos que ha llegado la hora de llevar a término este pro­yecto".

De ahí deducimos claramente la influencia que tuvo la iniciati­va de los Misioneros del Sagrado Corazón, que recogieron tres mi­llones de súplicas firmadas, pidiendo la consagración del mundo entero al Sagrado Corazón, en esta decisión de León XIII. Y des­pués de haberlo ponderado maduramente, el Vicario de Jesucristo ha puesto su mirada en el Sagrado Corazón para realizar el gran acto que su predecesor había iniciado. Se necesitaría que advirtie­ra cuán enferma estaba la sociedad actual, para ofrecerle, en undocumento oficial, el Corazón de Jesús, como único remedio para curarla.

A continuación ponemos el texto de esta célebre Encíclica, a la que sigue la fórmula nueva de la Consagración al Sagrado Corazón, compuesta por León XIII y la Carta de la Sagrada Congre­gación de Ritos, sobre el desarrollo futuro que debemos dar al culto del divino Corazón.

CARTA ENCÍCLICA
DE NUESTRO SANTÍSIMO PADRE LEÓN XIII. ,
PAPA SEGÚN LA DIVINA PROVIDENCIA;
A LOS PATRIARCAS, PRIMADOS, ARZOBISPOS, OBISPOS
Y OTROS ORDINARIOS, EN PAZ Y COMUNIÓN
CON LA SEDE APOSTÓLICA

De la Consagración del Género Humano al Sagrado Corazón
de Jesús.

León XIII, Papa (Encíclica: ANNUM SACRUM)67

Hace poco, como sabéis, ordenamos por cartas apostólicas quepróximamente celebraríamos un jubileo (annum sacrum), siguien­do la costumbre establecida por los antiguos, en esta ciudad santa. Hoy, en la espera y con la intención de aumentar la piedad en que estará envuelta esta celebración religiosa, nos hemos proyectado y aconsejamos una manifestación fastuosa. Con la condición que todos los fieles Nos obedezcan de corazón y con una buena vo­luntad unánime y generosa, Nos esperamos que este acto, y no sin razón, produzca resultados preciosos y durables, primero para la religión cristiana y también para el género humano todo entero.

Muchas veces Nos hemos esforzado en mantener y poner más a la luz del día esta forma excelente de piedad que consiste en honrar al Sacratísimo Corazón de Jesús. Seguimos en esto el ejem­plo de Nuestros predecesores Inocencio XII, Benedicto XIV, Cle­mente XIII, Pío VI, Pío VII y Pío IX. Esta era la finalidad especial de Nuestro decreto publicado el 28 de junio del año 1889 y por el que elevamos a rito de la. clase la fiesta del Sagrado Corazón.

Pero ahora soñamos en una forma de veneración más imponen­te aún, que pueda ser en cierta manera la plenitud y la perfección de todos los homenajes que se acostumbran a rendir al Corazón Sacratísimo. Confiamos que esta manifestación de piedad sea muy agradable a Jesucristo Redentor.

Además, no es la primera vez que el proyecto que Nos anun­ciamos, sea puesto sobre el tapete. En efecto, hace alrededor de 25 años, al acercarse la solemnidad del 2o. Centenario del día en que la bienaventurada Margarita María de Alacoque había recibi­do de Dios la orden de propagar el culto al divino Corazón, hubo muchas cartas apremiantes, que procedían no solamente de particulares, sino también de obispos, que fueron enviadas en gran nú­mero, de todas partes y dirigidas a Pío IX. Ellas pretendían obte­ner que el soberano Pontífice quisiera consagrar al Sagrado Cora­zón de Jesús, todo el género humano. Se prefirió entonces diferir­lo, a fin de ir madurando más seriamente la decisión. A la espera, ciertas ciudades recibieron la autorización de consagrarse por su cuenta, si así lo deseaban y se prescribió una fórmula de consagra­ción. Habiendo sobrevenido ahora otros motivos, pensamos que ha llegado la hora de culminar este proyecto.

Este testimonio general y solemne de respeto y de piedad, se le debe a Jesucristo, ya que es el Príncipe y el Maestro supremo. De verdad, su imperio se extiende no solamente a las naciones que profesan la fe católica o a los hombres que por haber recibido en su día el bautismo, están unidos de derecho a la Iglesia, aunque se mantengan alejados por sus opiniones erróneas o por un disenti­miento que les aparte de su ternura.

El reino de Cristo también abraza a todos los hombres priva­dos de la fe cristiana, de suerte que la universalidad del género hu­mano está realmente sumisa al poder de Jesús. Quien es el Hijo Único de Dios Padre, que tiene la misma substancia que El y que es "el esplendor de su gloria y figura de su substancia,"" necesa­riamente lo posee todo en común con el Padre; tiene pues poder soberano sobre todas las cosas. Por eso el Hijo de Dios dice de símismo por la boca del profeta: "Ya tengo yo consagrado a mi rey en Sión mi monte santo... El me ha dicho: Tu eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy. Pídeme y te daré en herencia las naciones, en propiedad los confines de la tierra."69

Por estas palabras, Jesucristo declara que ha recibido de Dios el poder, ya sobre la Iglesia, que viene figurada por la montaña de Sión, ya sobre el resto del mundo hasta los límites más aleja­dos. Sobre qué base se apoya este soberano poder, se desprende claramente de estas palabras: "Tu eres mi Hijo." Por esta razón Jesucristo es el hijo del Rey del mundo que hereda todo poder; de ahí estas palabras: "Yo te daré las naciones por herencia". Aestas palabras cabe añadir aquellas otras análogas de san Pablo: "A quien constituyó heredero universal."70

Pero hay que recordar sobre todo que Jesucristo confirmó lo relativo a su imperio, no sólo por los apóstoles o los profetas, sino por su propia boca. Al gobernador romano que le preguntaba: ¿Eres Rey tú?", el contestó sin vacilar: Tú lo has dicho: Yo soy rey !"71 La grandeza de este poder y la inmensidad infinita de este reino, están confirmados plenamente por las palabras de Jesucristo a los Apóstoles: "Se me ha dado todo poder en el Cielo y en la tie­rra."72 Si todo poder ha sido dado a Cristo, se deduce necesaria­mente que su imperio debe ser soberano, absoluto, independientede la voluntad de cualquier otro ser, de suerte que ningún poder no pueda equipararse al suyo. Y puesto que este imperio le ha sido dado en el cielo y sobre la tierra, se requiere que ambos le estén sometidos.

Efectivamente, El ejerció este derecho extraordinario, que le pertenecía, cuando envió a sus apóstoles a propagar su doctrina, a reunir a todos los hombres en una sola Iglesia por el bautismo de salvación, a fin de imponer leyes que nadie pudiera desconocer sin poner en peligro su eterna salvación.

Pero esto no es todo. Jesucristo ordena no sólo en virtud de un derecho natural y como Hijo de Dios sino también en virtud de un derecho adquirido. Pues "nos arrancó del poder de las tinieblas,"73 y también "se entregó a sí mismo para la Redención de todos." 74

No solamente los católicos y aquellos que han recibido regular­mente el bautismo cristiano, sino todos los hombres y cada uno de ellos, se han convertido para El "en pueblo adquirido."" También san Agustín tiene razón al decir sobre este punto: " ¿Buscáis lo que Jesucristo ha comprado? Ved lo que El dio y sabréis lo que compró: La sangre de Cristo es el precio de la compra. ¿Qué otro objeto podría tener tal valor? ¿Cuál si no es el mundo entero? ¿Cuál sino todas las naciones? Por el universo entero Cristo pagó un pre­cio semejante!"76

Santo Tomás nos expone largamente porque los mismos infie­les están sometidos al poder de Jesucristo. Después de haberse preguntado si el poder judiciario de Jesucristo se extendía a todos los hombres y de haber afirmado que "la autoridad judiciaria emana de la autoridad real", concluye netamente: "Todo está sumido a Cristo en cuanto a la potencia, aunque no lo está todavía sometido en cuanto al ejercicio mismo de esta potencia." Este poder de Cristo y este imperio sobre los hombres, se ejercen por la verdad, la justicia y sobre todo por la caridad.

Pero en esta doble base de su poder y de su dominación, Je­sucristo nos permite, en su benevolencia, añadir, si de nuestra par­te estamos conformes, la consagración voluntaria. Dios y Redentor a la vez, posee plenamente y de un modo perfecto, todo lo que existe. Nosotros, por el contrario, somos tan pobres y tan despro­vistos de todo, que no tenemos nada que nos pertenezca y que podamos ofrecerle en obsequio. No obstante, por su bondad y cari­dad soberanas, no rehúsa nada que le ofrezcamos y que le consa­gremos lo que ya le pertenece, como si fuera posesión nuestra. No sólo no rehúsa esta ofrenda, sino que la desea y la pide: "Hijo mío, dame tu corazón!" Podemos pues serle enteramente agradables con nuestra buena voluntad y el afecto de nuestras almas. Consa­grándonos a El, no solamente reconocemos y aceptamos abiertamente su imperio con alegría, sino que testimoniamos realmente que si lo que le ofrecemos nos perteneciera, se lo ofreceríamos de todo corazón; así pedimos a Dios quiera recibir de nosotros estos mismos objetos que ya le pertenecen de un modo absoluto. Esta es la eficacia del acto del que estamos hablando, y este es el sentido de sus palabras.

Puesto que el Sagrado Corazón es el símbolo y la imagen sen­sible de la caridad infinita de Jesucristo, caridad que nos impulsa a amarnos los unos a los otros, es natural que nos consagremos a este corazón tan santo. Obrar así, es darse y unirse a Jesucristo, pues los homenajes, señales de sumisión y de piedad que uno ofrece al divino Corazón, son referidos realmente y en propiedad a Cristo en persona.

Nos exhortamos y animamos a todos los fieles a que realicen con fervor este acto de piedad hacia el divino Corazón, al que ya conocen y aman de verdad. Deseamos vivamente que se entreguen a esta manifestación, el mismo día, a fin de que los sentimientos y los votos comunes de tantos millones de fieles sean presentados al mismo tiempo en el templo celestial.

Pero, ¿podemos olvidar esa innumerable cantidad de hombres, sobre los que aún no ha aparecido la luz de la verdad cristiana? Nos representamos y ocupamos el lugar de Aquel que vino a salvar lo que estaba perdido y que vertió su sangre para la salvación del género humano todo entero. Nos soñamos con asiduidad traer a la vida verdadera a todos esos que yacen en las sombras de la muerte; para eso Nos hemos enviado por todas partes a los mensajeros de Cristo, para instruirles. Y ahora, deplorando su triste suerte, Nos los recomendamos con toda nuestra alma y los consagramos, en cuanto depende de Nos, al Corazón Sacratísimo de Jesús.

De esta manera, el acto de piedad que aconsejamos a todos, será útil a todos. Después de haberlo realizado, los que conocen y aman a Cristo-Jesús, sentirán crecer su fe y su amor hacia El. Los que conociéndole, son remisos a seguir su ley y sus preceptos, podrán obtener y avivar en su Sagrado Corazón la llama de la caridad. Finalmente, imploramos a todos, con un esfuerzo unánime, la ayuda celestial hacia los infortunados que están sumergidos en las tinieblas de la superstición. Pediremos que Jesucristo, a Quien están sometidos "en cuanto a la potencia", les someta un día "en cuanto al ejercicio de esta potencia". Y esto, no solamente "en el siglo futuro, cuando impondrá su voluntad sobre todos los seresrecompensando a los unos y castigando a los otros,"78 sino aún en esta vida mortal, dándoles la fe y la santidad. Que puedan honrar a Dios en la práctica de la virtud, tal como conviene, y buscar y obtener la felicidad celeste y eterna.

Una consagración así, aporta también a los Estados la esperanza de una situación mejor, pues este acto de piedad puede estable­cer y fortalecer los lazos que unen naturalmente los asuntos públicos con Dios. En estos últimos tiempos, sobre todo, se ha erigido una especie de muro entre la Iglesia y la sociedad civil. En la cons­titución y administración de los Estados no se tiene en cuenta para nada la jurisdicción sagrada y divina, y se pretende obtener que la religión no tenga ningún papel en la vida pública. Esta actitud de­semboca en la pretensión de suprimir en el pueblo la ley cristiana; si les fuera posible hasta expulsarían a Dios de la misma tierra.

Siendo los espíritus la presa de un orgullo tan insolente, ¿es que puede sorprender que la mayor parte del género humano se debata en problemas tan profundos y esté atacada por una resaca que no deja a nadie al abrigo del miedo y el peligro? Fatalmente acontece que los fundamentos más sólidos del bien público, se des­moronan cuando se ha dejado de lado, a la religión. Dios, para que sus enemigos experimenten el castigo que habían provocado, les ha dejado a merced de sus malas inclinaciones, de suerte que aban­donándose a sus pasiones se entreguen a una licencia excesiva.

De ahí esa abundancia de males que desde hace tiempo se cier­nen sobre el mundo y que Nos obligan a pedir el socorro de Aquel que puede evitarlos. Y quién es éste sino Jesucristo, Hijo Único de Dios, "pues ningún otro nombre le ha sido dado a los hombres, bajo el Cielo, por el que seamos salvados."79Hay que recurrir, pues, al que es "el Camino, la Verdad y la Vida". El hombre ha errado: que vuelva a la senda recta de la verdad; las tinieblas han invadido las almas, que esta oscuridad sea disipada por la luz de la verdad, la muerte se ha enseñoreado de nosotros, conquistemos la vida. Entonces nos será permitido sanar tantas heridas, veremos renacer con toda justicia la esperanza en la antigua autoridad, los esplendores de la fe reaparecerán; las espadas caerán, las armas se escaparán de nuestras manos cuando todos los hombres acepten el imperio de Cristo y sometan con alegría, y cuando "toda lengua profese que el Señor Jesucristo está en la gloria de Dios-Padre."8°

En la época en que la Iglesia, aún próxima a sus orígenes, es­taba oprimida bajo el yugo de los Césares, un joven emperador percibió en el Cielo una cruz que anunciaba y que preparaba una magnífica y próxima victoria. Hoy, tenemos aquí otro emblema bendito y divino que se ofrece a nuestros ojos: Es el Corazón Sa­cratísimo de Jesús, sobre el que se levanta la cruz, y que brilla con un magnífico resplandor rodeado de llamas. En él debemos poner todas nuestras esperanzas; tenemos que pedirle y esperar de él la salvación de los hombres.

Finalmente, no queremos pasar en silencio un motivo particu­lar, es verdad, pero legítimo y serio, que nos presiona a llevar a ca­bo esta manifestación. Y es que Dios, autor de todos los bienes, Nos ha liberado de una enfermedad peligrosa. Nos queremos re­cordar este beneficio y testimoniar públicamente Nuestra gratitud para aumentar los homenajes rendidos al Sagrado Corazón.

Nos decidimos en consecuencia, que el 9, el 10 y el 11 del mes de junio próximo, en la iglesia de cada localidad y en la iglesia principal de cada ciudad, sean recitadas unas oraciones determina­das. Cada uno de esos días, las Letanías del Sagrado Corazón, aprobadas por nuestra autoridad, serán añadidas a las otras invoca­ciones. El último día se recitará la fórmula de consagración que Nos os hemos enviado, Venerables Hermanos, al mismo tiempo que estas cartas.

Como prenda de los favores divinos y en testimonio de Nues­tra Benevolencia, Nos concedemos muy afectuosamente en el Señor la bendición Apostólica, a vosotros, a vuestro clero y al pueblo que os está confiado.

Dado en Roma, cerca de San Pedro, el 25 de mayo del año 1899, el 22 de Nuestro Pontificado.

León XIII, Papa.



Fórmula de Consagración al Sagrado Corazón de Jesús

Dulcísimo Jesús, Redentor del género humano, míranos humil­demente postrados delante de vuestro altar; tuyos somos y tuyos queremos ser; y a fin de poder vivir más estrechamente unidos contigo, todos y cada uno espontáneamente nos consagramos en este día a tu Sacratísimo Corazón.

Muchos, por desgracia, jamás te han conocido, muchos, des­preciando tus mandamientos, te han desechado. Oh Jesús benignísimo, compadécete de los unos y de los otros y atráelos a todos a tu Corazón Santísimo.

Oh Señor!, sé Rey no sólo de los hijos fieles que jamás se han alejado de ti, sino también de los pródigos que te han abandonado, haz que vuelvan pronto a la casa paterna para que no perezcan de hambre y de miseria.

Sed el Rey de aquellos que viven en el engaño del error y, por discordia, separados de Ti. Devolvedles al puerto de la verdad y a la unidad de la fe, a fin de que pronto haya un solo rebaño y un solo pastor.

Sed Rey finalmente, también de los que aún viven sumergidos en las antiguas supersticiones de los gentiles, y no rehuséis arran­carlos de las tinieblas para conducirlos a la luz del reino de Dios.

Concede, Oh Señor, incolumidad y libertad a tu Iglesia; otorga a todos los pueblos la tranquilidad en el orden y haced que del uno al otro confín de la tierra, no resuene sino esta voz: "Alabado sea el Corazón divino, causa de nuestra salud; a El se entonen cánticos de honor y de gloria, por los siglos de los siglos." Amen. Así sea.



CARTA DE LA SAGRADA CONGREGACIÓN DE RITOS,
SOBRE LA AMPLIACIÓN A DAR AL CULTO
DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Aunque la responsabilidad de comunicar a los pastores de la Iglesia las cosas que el Pastor supremo me dice hacerles saber me ha sido siempre agradable, y con satisfacción muy particular me siento constreñido a expresar a cada obispo la dulce alegría que ha experimentado Nuestro Santo Padre el Papa León XIII, a consecuencia de la promulgación de su última encíclica, en la cual Su Santidad tomaba la iniciativa de consagrar solemnemente el géne­ro humano universal al Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo. El Soberano Pontífice sabe con qué celo espontáneo y conqué unanimidad tan dócil esta carta ha sido recibida, tanto por los pastores, como por los grupos de fieles, y con qué prontitud y ar­dor se han apresurado a llevarlo a término.

El Santo Padre en persona ha dado ejemplo a todos, y en su Palacio del Vaticano, en la capilla llamada Capilla de Paulo V, en una ceremonia de súplica, que él ofició personalmente, dedicó y consagró el universo entero al divino Corazón de Jesús. El pueblo romano siguió su ejemplo. La afluencia de fieles ha sido grande en las Basílicas Patriarcales y en las basílicas menores y en todos los edificios sagrados, en las iglesias de la curia indiscriminadamente. Allí, el pueblo romano ha renovado la fórmula solemne de consagración y la ha confirmado, por decirlo de alguna manera, con vozunánime.

Pronto y de todas partes, han comenzado a llegar, y van lle­gando cada día, las cartas que anuncian que la misma ceremonia de consagración ha sido realizada, con el mismo celo y la misma pie­dad, en cada diócesis y casi en cada iglesia, y ello no solamente en Italia y Europa, sino también en las regiones más alejadas. Sin du­da ninguna, el mérito de esta prontitud armoniosa de todo el pue­blo católico a seguir los deseos y la voluntad del Padre Supremo de todos los fieles, se debe atribuir a los sagrados pastores que en esta ocasión han dado el impulso a la piedad de su rebaño y hanasumido la dirección. Por lo que, obedeciendo el deseo del sobera­no Pontífice, os felicito grandemente y os lo agradezco en su nom­bre, a vosotros y a todos aquellos que bajo vuestra jurisdicción, di­rigen las almas cristianas.

De verdad, el Santo Padre, como lo ha declarado en esta misma Encíclica, tiene la esperanza, y nosotros con él, que de ello debe­rán resultar frutos abundantes y magníficos, no solamente para cada fiel de Cristo, sino también para toda la gran familia cristia­na, y hasta para todo el género humano. Todo el mundo siente profundamente la necesidad de reavivar la fe, que tanto languide­ce, de abrasar a las almas en caridad sincera, de poner freno a las ambiciones desencadenadas y de conseguir algún remedio contra esa corrupción creciente de las costumbres. Todos también debendesear que la sociedad humana se someta al dulcísimo imperio de Cristo, que el derecho real y divino de Cristo sobre todas las nacio­nes sea reconocido y reverenciado por los poderes civiles, de for­ma que la Iglesia de Cristo, que es su propio reino, crezca cada día más, y goce plenamente de esta libertad, de esta tranquilidad que le son necesarias para conseguir aún nuevos triunfos. En este espí­ritu, en fin, todos deben esforzarse en compensar y en reparar, con actos de piedad, los graves e innumerables agravios que los hom­bres ingratos en todo el universo, infligen cada día a la divina Majestad.

Pero para que la esperanza que hemos concebido, adquiera cada día nuevas fuerzas, para que la buena semilla pueda germinar generosamente y producir abundante cosecha, es necesario que la piedad ya despertada ahora con relación al Corazón Sacratísi­mo del divino Redentor, se mantenga estable, que sea nutrida per­petuamente. Pues la perseverancia en la oración ejerce, si me vale la expresión, una especie de violencia sobre el Corazón dulcísimo de Jesús, y le presiona a abrir aún más las fuentes de la gracia, que El tanto desea de su parte corran abundantes, como lo declaró más de una vez a la bienaventurada Margarita María, su fiel y amante sierva.

El soberano Pontífice, empleándome como intérprete de su voluntad, exhorta vivamente a Vuestra Grandeza así como a todos los obispos del universo católico, a proseguir con celo eso que habéis comenzado. Que todos ideen y organicen los medios que, según la diversa condición de los lugares y de los tiempos, parez­can más oportunos para conseguir el objetivo deseado.

El Santo Padre recomienda muy especialmente el uso, ya di­fundido en muchas iglesias, de rendir durante todo el mes de ju­nio diferentes homenajes públicos de piedad al divino Corazón. Para dar más atractivo a estos homenajes, el Soberano Pontífice, abriendo los tesoros de la Iglesia, concede una indulgencia de 300 días a los fieles, indulgencia que podrán ganar cada vez que asistan a ejercicios piadosos de este género, y también una indulgencia plenaria a los que durante el mes de junio hubieran asistido a lo menos diez veces.

Otro gran deseo del Soberano Pontífice es ver propagarse, ca­da día con más amplitud, una práctica altamente recomendable, y que existe ya en muchos lugares, práctica en virtud de la cual, el primer viernes de cada mes tienen lugar especiales ejercicios en honor del Sagrado Corazón, donde sean recitadas las Letanías que El mismo aprobó no hace mucho y donde se repite la fórmula de la consagración que él ha propuesto. Si esta práctica se propagara en medio del pueblo cristiano y se convirtiera en una especie decostumbre, rendiría frecuente y asidua afirmación del derecho real y divino que Cristo ha recibido de su Padre sobre todo el género humano, y que adquirió con su sangre. Jesús mismo, conmovido por estos homenajes, y rico en misericordia y maravillosamente inclinado a colmar a los hombres de sus beneficios, estará dispues­to a olvidar su malicia y a abrirles los brazos, no sólo como a fieles sumisos, sino como a amigos e hijos bienamados.

Además, el Santo Padre desea también que los jóvenes, sobre todo los que se educan en las letras y las ciencias, se organicen en asociaciones, como las llamadas cofradías o congregaciones del Sagrado Corazón. Se trata de esa falange de jóvenes escogidos que habiéndose enrolado espontáneamente, se reunen cada semana, en un día y hora convenientes en las iglesias o capillas, o en los loca­les afectos a sus ocupaciones y allí, bajo la dirección de sacerdotes celosos, realicen devotamente algún ejercicio piadoso en honor del Sagrado Corazón. Si el divino Redentor recibe con placer cual­quier homenaje que procede de los fieles, tendrá una alegría muy particular si procediera de la juventud. Con palabras no se puedeexpresar debidamente hasta qué punto tales prácticas son útiles a los corazones jóvenes. Es imposible que la contemplación cons­tante del divino Corazón, así como el conocimiento más íntimo de sus perfecciones y de su amor infinito, no sirva para detener la fuerza de las pasiones impetuosas y de acicate para la búsqueda de la virtud.

Está claro, que agrupaciones análogas podrán organizarse con fruto entre los adultos que ya pertenecen a ciertas "sociedades católicas".

Para acabar, ninguno de los ejercicios piadosos que hemos enu­merado está formalmente impuesto o prescrito por el Santo Padre. Todo ello es facultativo y se fía enteramente a la prudencia y sa­gacidad de los obispos, a su celo ardiente y plena dedicación. Sólo desea una cosa, que la piedad hacia el Corazón Sacratísimo del Se­ñor Jesús, no cese de crecer, de fortificarse y de dar fruto entre los pueblos cristianos.



Entretanto, deseo a vuestra Grandeza, desde el fondo del alma, una larga felicidad.

De Vuestra Grandeza, el hermano

Card. Mazella, obis. de Preneste, Pref.

D. Panici, secret.

Dado en Roma, Secretariado de la Sagrada Congregación de Ritos, 21 julio de 1899.



Después de estos documentos, no podríamos dudar que León XIII, igual que Pío IX, veía en el Sagrado Corazón de Jesús, el remedio de todos nuestros males.

NOTAS DEL CAPITULO TERCERO DEL LIBRO TERCERO

1. Le Monde nouveau et le monde de Jesus-Christ, por M. Pierre Pradié, p. 8, ed. Re-gis Ruffet. Paris, 1863 — Donoso Cortés, José de Maistre y otros.

2.   Alius est error, quem propium prasesentis saeculi dicere non dubitamus, quique jam multis annis, Apostolicae sententiae gladio percussus, vivax tatuen semper reperitur, mutatis aliquando formulis, non yero rei substantia; error scilicet Libera­lismi. (concilio de la provincia de Bourges, tenido en Puy en 1873 y presidido por Mons. de la Tour d'Auvergne, Tit. I, ch. V, p. 72).

—Este Concilio, cuyos decretos fueron aprobados por la Santa Sede, solo es un eco fiel de las sentencias pontificales contra el Liberalismo. No se puede pues rechazar su autoridad en esta materia.

—Aliud ejusdem erroris caput... Plures tenentcivilem statum non tantum cultus etiam illegitimos tolerare posse, si id requirat misera temporum conditio, sed etiam eosdem ad aequalitatem jurium admittere, iisque indiscriminatim favere... lino non desunt qui ad id impietatis pervenerunt, ut statuerint, tanquam Societatis praesen­tis fundamentale principium, legem esse atheisticam oportere. (Id Ibid., c. V, p. 79) Pretensiones inauditas, que han sido reprobadas de la forma más explícita con las proposiciones 56a, 77a, 78a y 79a del Syllabus.

3.   Viris enim illis si credere fas est, haec est Societatis utriusque, temporalis et spiri­tualis, regularis conditio, ut, amico foedere conjunctae, seorsim tatuen sua negotia pertractent; princepsque temporalis, etiam in regionibus catholicorum, sese a ma­terna Ecclesiae directione omnimo retrahat. Nec raro dictitant Ecclesiae bono magis adversari, quam prodesse, potestatis civilis auxilium ; illud praecipue et propie unice Ecclesiae optandum, ut libertate quam maxima fruatur, quin princeps os loquen­tium iniqua obstruere curct;permittendum Deus suam ipse causam tueatur; sinen­dum ut, per conflictum ven et falsi, boni et mali, ventas tandem pateat, justitiaque victoriam reportet. Hi ergo cum privata pietate se religionem catholicam colere non raro glorientur, regimen tatuen publicum a legibus Christianae revelationis solvunt ; atque per logicam suorum assertorum illationem, principia, toties ab Ecclesia darn­nata, de libertate typographiae et cultuum, pertinaciter retinent. (Id. Ibid. p. 81).

4.        Qui libertatem individuam hominum independentem a quocumque principatu ita statuit, ut destruat vel in totum, vel magna ex parte, publicam auctoritatem, tam civilem quam religiosam. (Id. Ibid., p. 77).

5.        Duo sunt autem capita hujus erroris... Prius est illud falsissimum principium, ex quo unicuique fas est in publicum sensus opinionesque suas libere spargere sive per locutionem, sive per typographiam. Unde multi asserere non dubitant, civilis aucto­ritatis esse 9uidem actus perturbativos ordinis publici cohibere non yero filos prae­venire, inquirendo de veritate aut falsitate sententiarum quas propungnant oratores in conventibus publicis, scriptoresve in ephemeridibus aliisque. (id. Ibid. tit. 1, c. V, p. 78).

—Estas doctrinas, atacadas por el Concilio, habían sido formalmente condenadas con las proposiciones 15a y 16a del Syllabus.

6.        Quantum detrimentum in Ecclesiam inferant dum tali propugnant, ediscant ab ipsoinfallibili christianorum Magistro: "Hi vero periculosiores omnimo gint et axitio­siores apertis hostibus, tum quia, inter cenos improbatarum opinionumlimites con­sistentes, speciem quamdam probitatis et inculcabilis doctrinae praeferunt, quae imprudentes alliciat conciliationis amatores, et decipiat honestos qui apertum ayer­sarentur errorem" (Id. Ibid., p. 82).

—Los que desearían más amplios detalles, pueden consultar con fruto las obras de Mons. Pie y los comentarios compuestos sobre las proposiciones condenadas cita­das aquí, pero sobre todo las cartas, alocuciones y constituciones apostólicas de donde han sido extraidas.

7.        Hi vero periculosiores omnimo sunt et exitiosiores apertis hostibus. (Pio IX, Breve al Círculo milanés) — El Liberalismo exalta exageradamente los principios del 89, y todas las pretendidas libertades que de allí se deducen. (Mons. de Ségur, la Liber­té, homenaje a los jóvenes católicos).

Los ama y los patroniza; se diría que tiene por misión de hacerlos triunfar. Estos principios, que la Revolución llama derechos del hombre y del ciudadano, han sido decretados en 17 artículos en la Asamblea Constituyente, en 1780. Estos son los que le son particularmente queridos: La libertad de conciencia, la igualdad de cultos, la libertad de prensa, la secularización de la política o la separación de la Iglesia y el Estado, etc.

8.        Ingens periculum fidei, aeque ac ipsi naturali ordini. (Conc. de Puy, tit. 1, c. V., p. 78).

9.        Eloquentia autem suavitatis pulsuum istorum reservata est moderno tempori, ut ex talium audientia recalaescat jam senescens et amore Dei torpescens mundus. (santa Gertrud.,Legatus divinae pietatis, lib. 4o, c. 4o, p. 305, éd. Solesm).

10.  Vie et oeuvres de la Bienhereuse Margarite M., t. 1, p. 105 y 118; t. 2, p. 325.

11.  Id. Ibid. t. 2o, p. 379.

12.     In tantis Ecclesiae civilisque societatis calamitatibus... necesse omnimo est ut adea­mus cum fidutia ad thronun gratiae... Quocirca omnium fidelium pietatem excitare existimavimus, ut una nobiscum... semper confugiant at Dominum Nostrum JesumChristum, qui redemit nos in sanguine suo, ejusque dulcissimum Cor, flagrantissi­mae erga nos charitatis victimam, enixe jugiterque exorent, ut amoris sur vinculis omnia ad se ipsum trahat, utque omnes homines sanctissimo suo amore inflammati, secundum Cor ejus ambulent, digne Deo per omnia placentes, in omni bono opere fructificantes. (Carta Encicl.Quanta cura, 8, Dic., 1864).

13.     P. Franco, s. j. de la Devotion au Sacré Coeur de Jeús, cap: lo.

14.  Mons. Baudry, le Coeur de Jesus, .troduct. $ 3, p. 6 y siguien.

15.    Id. Ibid.

16.  Cum Ecclesia pronuntiaverit hanc devotionem modo speciali horum temporum ne­cessitatibus convenire. (Acta et Decreta sacrorum Conciliorum recentiorum, collec­tio Lacensis, auctoribus presbyteris S.J. e domo B.M.V. sine labe conceptae ad La‑cum).

17.  Inter innumera quae Salvator Noster J.C. sanctae Ecclesiae beneficia contulit, exi­mium sane locum obtinet cultus SS. sui Cordis, quem sibi ea forma qua nunc insig­nitur, ultimis hisce temporibus sponsae suae inspiravit. Unicunque enim cultus ille inducitur, aut inductus viget, hic splendere incipiunt aut refulgent amor divinae Eucharistiae, etc... Jamvero per hos effectus, ecquis non videat potentissimum ac maxime oportunum remedium iis exhibere malis, de quibus maxime dolet piissima Mater Ecclesia, quod nempe multorum in cordibus refriguerit charitas, et a pluribus, heu! christianis deserta sacramenta sint? Quid quod aetate hac nostra in inmensum veluti creverint superbiae spiritus et inordinartus sui amor? At enim quomodo ista starent, si Cor illúd coleretur de quo pronuntiavis Jesus ipse: Discite a me quia mitis sum et humilis Corde. (Cap. X, Collect Lacens. t. 4o, col. 172).

18.  Quo yero certius in hanc provintiam coelestem misericordiam vocaremus, dedica­vimus illam SS. Cordi Jesu, enixe precantes, ut ex hoc copiossissimo thesauro, om­nia suae charitatis dona effunderet tanquam flumen, quo arida haec terra fecunda­retur et fructum pacis offerret. Concurramus in illud SS. Cor, tanquam in totis­simum perfugiunt contra hos iniquitatis fluctus, qui pemitiem rebus humanis mi­nantur; hauriamus ex illo vitali fonte aguas salutares, quae maculas omnes eluant, omnes languores sanent, omnibus vulneribus medeantur, omnia denique vitae, vir­tutis, felicitatis semina foveant atque augeant. (Ibi. col. 1146 — In eadem Collect. vide Concilia Burdigal (Col 753), Albiense (col. 405),Tolosam. (col. 1081), Prov. Auscitanae (col. 1220), Lugdun., Senonens., plurique alia).

19.  Missionarii SS. Cordis Jesu... ut autem ad animas juvandas aptiores fiant (p. 18) praeter caeteras scientias variis ministeriis, quibus fungi debent adaptatas, speciali modo intendunt acquirendae cognitioni devotionis erga ídem Cor SS. (p. 7), quae ab ipso Domino revelata fuit S. Margaritae Mariae Alacoque, tanquam efficax re­medium, quo frigescentis et gravissimis morbis corrupti mundi mala curarentur (p. 2)... Et re quidem vera, dum vehementiori in dies impetus, ad divinae fidei legis­que jugum projiciendum mentes hominum, superbia et rationalismo moventur, et at animales delectationes unice quaerendas eorum torda sensualismo feruntur, de societatis salute desperandum esset, nisi uberiorem effusionem expectaremus, et nisi ab ista duplici superbiae et sensualismi colluvie, amantissimi et humillimi hujus Cordis protectione et imitatione tutaremur (p. 2 y 3) Ut... animarum sanctificationi fructuosius allaborent, Missionarii SS. Cordis Jesu, gratiae thesauros, quibus divi­num illud Cor plenum est, omnibus manifestando (. 5), praesertim Liberalismum impugnabunt. (Constituciones Misioneros del Sagrado Corazón, aprobadas por la Santa Sede, c. IV, n. 3, p. 18).

20.  Ex fructibus eorum cognoscetis eos, si animadvertatis ipsos stomachari quidquid paratam, plenam, absolutamque devotionem sapit placitis ac monitis hujus Sanctae Sedis... inflatosque superbiae vento prudentiores se ella consere. (Breve de Pío IX al Clero milanés).

21.       Non desunt enim et hodie, qui mero voluntatis nisu veritatibus recenter definitisadhaesserint, vitaturi scilicet schismatis notam, ipsamque suam decepturi conscien­tiam: at minime deposuerint altitudinem extollentem se adversus scientiam Dei, nec in captivitatem redegerint in obsequium Christi. (Breve de Pío IX al Comité Cató­lico de Orleans).

22.       Doctrinae catolico-liberales perniciossisimis fretae principiis, laicae potestati spiri­tualia invadendi blandiuntur, animosque in obsequium, aut salteen tolerantiam ini­quissimarum leguen perinde inclinant, ac si scriptum nos esset: "Nemo potest duo-bus Domnis service". (Breve de Pío IX al Círculo Milanés).

23.     Licet amorem praeferant et observatiam in Ecclesiam, licet el tuendae ingeniumCuadro de texto: 232
 operamque impendere videantur, doctrinam tamen ejus et sensum pervertere nitun­tur; et pro diversa animorum cujusque comparatione, inclinare in obsequium vel Caesaris vel apertorum libertatis jurium. (Breve Pío IX , al Círc. Catol. de Bélgica).

24.   Oppugnare nitamini insidiosum hunc errorem eo periculosiorem aperta simultate quo speciosiore zeli charitatisque velo obducitur. (Idem. Breve cit.).

25.   Catholici-Liberales dissociant animos, unitatem descerpunt, viresque conjunctim op­ponendas adversariis, infirmant. (Breve de Pío IX al Circulo Milanés).

26.   Discite a me quia sum humilis Corde. (Mat. 11, 29).

27.   Exinanivit semetipsum. (Phil. 2, 7).

28.   Mons. Baudry, (le Coeur de Jesus, p. 4, $ 3, p. 336).

29.   Salmo 29, 8.

30.   Luc. 2, 51.

31.   Sic obediens erat, ut cum Joseph casu diceret ei: "fac hoc vel illud", statim ipse faciebat. (santa Brígida, Revel. lib. 6o, c. 58).

32.   Philip. 2, 8.

33.  Le Sacré Coeur de Jesus, según s. Alfonso M. de Ligorio, p. 93-94.

34.   Mat. 4, 8-10 — Lucas 4, 5-8.

35.   Lucas 4. 16-31.

36.   Juan 6, 16.

37.   Mat. 21, 1; Marc. 11, 1; Lucas 19, 28; Juan 12, 12.

38.   Mat. 24, 64.

39.   Qui se regem facit contradicit Caesari. (Juan 19, 12).

40.   Dormit Adam ut fiat Eva: moritur Christus ut fiat Ecclesia. Dorrnienti Adae fit Eva de latere: mortuo Christo lancea percutitur latus, ut profluant Sacramenta quibus formetur Ecclesia. (s. Agustín in Joan. Evang. c. 2, tract. 9, n. 10, t. 3o, p 1463).

41.   Vivo, jam non ego, vivit vero in me Christus. (Gal. 2, 20).

42.   Mons. Baudry, le Coeur de Jesus, p. IV, $ 18, p. 398.

43.   Sint unum sicut et nos. (Juan 17, 11) — Cor unum et anima una. (Act. 4, 32) — Omnes unum sint, sicut tu Pater in me, et ego in te, ut et ipsi in nobis unum sint Juan, 17, 21.

44.   Sint et ipsi sanctificati in veritate. (Id. Ibid. 19).

45.   Mat. 12, 24-34.

46.   Génesis 1, 22.

47.   Ver el Número de Annales de N. D. du S. C., mayo 1874, p. 113.

48.   El Padre P. Ramiiére, s.j. fue uno de los más celosos promotores de esta consagra­ción al Sagrado Corazón de Jesús.

49.   Carta 128a de Santa Margarita María.

50.   En la fecha de esta carta, había en efecto 28 volúmenes a punto. Después, otros dos, conteniendo también cada uno 100,000 firmas, llegaron a Issoudun, centro principal principal de la suscripción; lo que hace subir el total a 30 el número de volúmenes presentados al Santo Padre y a 160 el número de obispos que firmaron su adhesión y a 3, 000,000 el número de firmas a la súplica por la que se solicitaba la consagración de la Iglesia Universal al Sdo. Czón. de Jesús.

51.   In manibus tuis sunt omnes thesauri miserationum Domini. (san Pablo).

52.   Estas Letanías estaban ya en uso en el monasterio de la Visitación de Marsella, desde 1718.

53.   In quo sunt omnes thesauri sapientiae et scientiae absconditi. (Colos 2, 3).

54.   Cor Jesu, domus Dei et porta coeli. (Letanías Sdo. Czón.)

55.   Cor Jesu fomax ardens Charitatis. (Id.).

56.   Cor Jesu, virtutum omnium abyssus. (Id.).

57.   Cor Jesu, fons vitae et sanctitatis. (Id.).

58.   Cor Jesu, de cujus plenitudine omnes nos accepimus. (Id.).

59.   Cor Jesu, rex et centrum omnium cordium. (Id.).

60.   Es el cardenal Mazalla, prefecto de la Congr. de Ritos, que habla así.

61.   Sagrada Congregación de Ritos.

62.   Idem.

63.  Vie de Sainte Margarite Mane; passim.

64.   A estos ejercicios, León XIII añade la recitación de las Letanías del Sdo. Corazón, tan hermosas y sobrecogedoras, que él mismo había aprobado.

65.   Carta de la Sagrada Congregación de Ritos, 21 Julio 1899).

66.   Sanabiles Fecit nationes orbis. (Sap., 1, 14).

67.  ANNUM SACRUM. Famosa Encíclica del Papa León XIII, para proponer al mundo entero la consagración al Sagrado Corazón. Con ocasión del año jubilar 1899-1900.

68.   Hebreos 1, 3.

69.   Salmo 2, 6-8.

70.   Hebreos 1, 2..

71.   Juan 18, 37.

72.   Mat. 28, 18.

73.   Colos. 1, 13.

74.   1 Tim. 2, 6.

75.   1 Petr. 2, 9.

76.   Tract., XX in Joan.

77.   Santo Tomás, III pars. q. 30, a. 4.

79.     Santo Tomás, Id. Ibidem

80.     Act. 4, 12.

81.     Philip. 2, 11.

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