viernes, 31 de enero de 2020

Cinco Máximas para alcanzar la perseverancia final de San Antonio María Claret





San Antonio María Claret indica que “nada nos aprovecharía tomar el camino para ir al Cielo, si no andamos continuamente por él hasta llegar al fin; a la manera que a una persona que quisiese ir a Madrid, de nada le valdrían sus deseos, y el ponerse en camino para esta capital, si se estaba quieta en la carretera y no practicaba los demás medios para conseguirlo; así también para no hallarte burlado en la hora de la muerte, que será el término de nuestra peregrinación, procurarás en el negocio de todos los negocios, que es el de la salvación eterna, poner en práctica estas cinco máximas, que si las guardas con toda fidelidad, puedes estar seguro de que llegarás felizmente a la patria de los bienaventurados, en donde gozarás de Dios por toda una eternidad. Amén.

La primera es: Antes morir que pecar. Sí; así debes estar resuelto; dejarlo todo antes que dejar a Dios. En esto consiste la observancia del primer mandamiento de la ley del Señor. Por eso san Alfonso Ligorio clamaba: Que se pierda todo, antes que perder a Dios, y que sea disgustado todo el mundo, antes que lo sea Dios... Mas si por desgracia, atendida nuestra fragilidad, te sucediere caer en algún pecado mortal, no des por eso lugar a la desconfianza, ni a la perturbación interior, con que procurará engañarte el espíritu maligno. Lo que debes practicar, es excitarte luego a dolor y contrición de tu culpa, considerando lo que has hecho ; y aborrecerla por ser ofensa de un Dios, a quien debes todo tu amor, por ser tu Dios, tu Criador, tu Redentor, tu Padre... y proponer confesarla a la mas posible brevedad. Te has de portar como una persona que ha tomado veneno, que para arrojarlo antes que le quite la vida, procura tomar luego un vomitivo eficaz: asimismo si por desgracia cometes tú una culpa mortal, has de vomitarla luego por medio de una santa y dolorosa confesión, si no quieres que ella, como un fuerte veneno, te precipite a la horrible y eterna sepultura del infierno. De lo contrario teme, cristiano: mira que no tienes sino una alma, y que si la pierdes ¡ay infeliz de tí! bajarás al infierno, de donde no podrás salir jamás; piénsalo bien, que por toda una eternidad has de ser o feliz en el cielo, o condenado en el infierno... piensa que si te condenas de nada te aprovecharán las riquezas, los gustos y los honores, y que con nada de este mundo podrás cambiar tu desventurada suerte.

La segunda es: Apartarte de las ocasiones de pecar. Si no lo haces así, ciertamente pecarás; porque dice el Espíritu Santo, que el que ama el peligro perecerá en él. Si no quieres caer, debes hacer como los animales, que habiendo de pasar por algún paraje en donde han recibido daño o han caído, se retiran de él, aunque sea haciendo algún rodeo. Obrando lo contrario, te sucederá lo que se observa en una casa, que por mucho que la limpien y quiten el polvo, si no matan las arañas, luego vuelve a estar llena como antes de las telas que fabrican: o bien te acontecerá lo que sucede al labrador que ha cortado la mala yerba, que si no la ha arrancado de raíz luego vuelve a brotar como antes. Por lo que si sabes que en el baile, en el juego, en las conversaciones amorosas con personas de diferente sexo, en el trato con este o aquel sujeto, en tal lugar o en tal casa caíste en desgracia de Dios, ofendiéndole, has de huir de allí, como de un lugar apestado, en donde encontraste la muerte.

La tercera es: La oracion al Señor, y la devocion a María santísima. Como la perseverancia final es un don especialísimo de Dios, según enseña nuestra madre la Iglesia, y no la concede el Todopoderoso, dice san Alfonso Ligorio, sino a los que se la piden; por esto enseña santo Tomás, que se ha de pedir siempre, para poder entrar en el cielo. Siempre hemos de decir al Señor: Venga a nosotros vuestro santo reino, ahora el de la divina gracia, y después el de la eterna gloria. Para alcanzar estos dones, hemos de valemos de la devoción a María santísima, como uno de los medios más poderosos. Ella es el conducto del cielo por donde manan todas las gracias que necesitamos, para apartarnos del mal y para obrar el bien. Ella es la puerta del cielo, como enseña la Iglesia; y nadie alcanza la misericordia del Señor, sino por su mediación, dice san German patriarca de Constantinopla. Por este motivo debes encomendarte todos los días a María santísima, y tributarla algunos obsequios, como son, rezarla con devoción el santo Rosario, y hacerla alguna novena y algún ayuno, si la salud y el trabajo te lo permiten; si no puedes hacer estas cosas, prívate a lo menos de alguna de aquellas que podrías hacer lícitamente, como por ejemplo, oler una flor, beber un vaso de agua, mirar o ir a tal punto que sería de tu gusto, etc. Sobre todo procura imitar sus virtudes, la humildad, la mansedumbre, la pureza y el amor que ella tuvo a Dios y al prójimo. Te encargo con mucha especialidad aquella oración, que te he puesto entre los ejercicios de cada dia(*), para que la reces diariamente. Aunque sea corta, motivo por el cual no debes dejarla jamás , yo te aseguro que si eres constante en rezarla, alcanzarás por su medio ahora la gracia y después la gloria eterna.

La cuarta es: La frecuencia de los santos Sacramentos, especialmente el de la sagrada Comunión. Ellos son los conductos de la divina gracia, de aquella gracia que es el medicamento que da salud a las almas. Jesucristo los instituyó para curar nuestras enfermedades espirituales, y para preservarnos de las recaídas. A la manera que uno que está enfermo, toma la medicina para curarse de sus males, y procura alimentarse con sustancias sanas y nutritivas a fin de no recaer en ellos; asimismo si no quieres recaer en tus dolencias espirituales, y morir eternamente, debes recibir con frecuencia los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía, para alcanzar por medio del primero la gracia de la curación de tus pecados, o aumentar esta gracia curativa y remisión de ellos, si ya la hubieses conseguido; y por medio del segundo aquella que alimenta tu alma, y la fortifica para guardarte de caer en pecado. En el sacramento de la Eucaristía se halla el pan de la vida. Este es el pan vivo bajado del cielo, aquel pan que contiene en sí toda dulzura, y del cual dice el mismo Jesucristo, que el que lo coma con las disposiciones debidas, vivirá eternamente: este pan es su mismo cuerpo, que él dió para la vida espiritual del género humano. El que no come, pues, el cuerpo del Hijo de Dios hecho hombre; esto es, el que no comulga con frecuencia, ¡ah, cuán difícil es, por no decir imposible, que viva con la vida de la gracia! ¿Viviría mucho tiempo aquel hombre o aquella mujer, que no tomase alimento corporal sino de muy tarde en tarde, por ejemplo, de año en año?... Al contrario, el que comulga con las disposiciones debidas (no quiero decir con aquellas que pide la alteza de Dios, porque estas no pueden conseguirse, por ser Dios infinito, y nosotros la misma miseria, sino estar en gracia y comulgar con algún fervor), el que comulga, digo, con las disposiciones debidas, y comulga frecuentemente, ¡ah! ¡cómo corre lleno de salud y de vida por el camino del cielo! Por esto decia san Francisco de Sales que en el espacio de veinte y cinco años que dirigía almas, con ninguna otra cosa había conocido que se santificaban tanto, y casi se divinizaban, como con la sagrada Comunion. Pero cuidado con frecuentarla en desgracia de Dios, con pecados veniales cometidos con conocimiento, por costumbre, por vanidad o por otros fines que no sean rectos y honestos. Cuidado... y grande cuidado... en no engañarse así mismo, engañando (lo que cuesta poco) al director, a quien se le ha de pedir siempre permiso y consejo para verificarlo... La frecuente Comunión es una de las cosas más útiles al cristiano, más agradables y que más obligan a María santísima, de manera que dice Séñeri el Juniore que el que hace voto o promesa de comulgar doce domingos seguidos (si antes a menudo ya comulgaba), o doce meses continuados, o una vez al mes (si antes no comulgaba a menudo) en honor y gloria de María santísima; en memoria de aquellas doce estrellas con que san Juan la vió coronada en el Apocalipsis; alcanza de esta grande Reina y Señora de las gracias cualquier gracia que se le pide; y si no alcanza la gracia pretendida será porque no le convendrá; pero entonces le concederá otra gracia mayor y más útil que la que pide, como la experiencia lo ha demostrado. ¡Ojalá que los fieles en lugar de hacer otros votos y promesas hicieran esta, por cierto que lograrían mejor lo que pretenden!...

La quinta y última máxima es: Avivar la fe de que estás en la presencia de Dios. Esta máxima, mandada por el Altísimo al santo patriarca Abrahan para que fuese perfecto, cuando le dijo: Camina como un criado fiel delante de mí, y sé perfecto; considerada con atención, no puede menos de dar un resultado el más feliz. Porque ¿quién no ve desde luego su grande importancia? Pensar y creer estas verdades: Mira que Dios te ve... Mira que hasta los pensamientos más ocultos los tiene presentes... Mira que en cualquiera parte donde te quieras esconder para ofenderle, siempre estarás delante de él, y querer pecar no se puede comprender... ¿Seria posible hallar un hombre que quisiese insultar a un rey poderoso en su misma presencia, y delante de sus ministros de justicia con las armas en la mano para vengarle a la mas pequeña señal de su voluntad? A no haber perdido el uso de la razón, o a no estar ciego de una pasión violenta, no creo que fuese posible. No obstante, esto sucede todos los días, a todas horas, en todos instantes... ¡Cuántos pecados se cometen a cada momento, y todos a la presencia de un Dios infinito en grandeza y majestad!... ¡y a la vista de innumerables criaturas que obrarían todas como ministros de su divina justicia, si las ordenara vengar sus derechos!... El aire sofocaría al pecador delincuente con sola una insinuación de Dios; la tierra se le tragaría; el agua le ahogarla; el fuego le reduciría a cenizas; la... en una palabra, todas las criaturas pelearían a favor suyo contra los insensatos pecadores... En consecuencia, pues, ¿esta verdad bien ponderada no será mas que suficiente para apartarte de la culpa?... Aviva, pues, la fe de ella, la que, bien meditada, no solo te guardará de pecado, sino que te hará santo y un gran santo. Así sea."

(*) La oración a la cual hace referencia San Antonio María Claret, se encuentra en su libro: "Camino Recto y Seguro para llegar al Cielo", es la siguiente:
¡Oh! Virgen y Madre de Dios, yo me entrego por hijo vuestro y en honor y gloría de vuestra pureza os ofrezco mi alma, cuerpo, potencias y sentidos; y os suplico me alcanceis la gracia de no cometer jamás pecado alguno. Amén, Jesús. (Se rezan Tres Ave Marías)
Fuente: Sermones de Misión, Tomo II, San Antonio María Claret, Barcelona, Librería Religiosa

San Antonio María de Claret advirtió contra las comuniones sacrílegas

Del Camino Recto y Seguro para llegar al Cielo, por San Antonio María Claret
Apenas hay delito que más ofenda a Dios que el de la comunión sacrílega. Los Santos Padres lo demuestran con palabras y ejemplos asombrosos. El que comulga en pecado mortal comete un delito mayor que Herodes, dice San Agustín; más horrendo que Judas, dice San Juan Crisóstomo; más terrible que el que cometieron los judíos crucificando al Salvador, dicen otros santos. Y por todos añade San Pablo: será reo del Cuerpo y Sangre del Señor; esto, dice la Glosa: será castigado como si con sus manos hubiere muerto al Hijo de Dios, Es la comunión sacrílega un delito tan enorme, que Dios no espera a castigarlo en el infierno, sino que ya empieza en este mundo con enfermedades y muertes; de modo que ya en tiempo de los Apóstoles, según San Pablo, muchos por sus comuniones sacrílegas padecían gravísimos males corporales y otros morían. San Cipriano refiere de algunos de su tiempo que lo mismo era recibir indignamente la sagrada Comunión, que hallarse acometidos de intolerables dolores en las entrañas, hasta morir reventados. San Juan Crisóstomo conoció a muchos poseídos del demonio por causa de este delito; y San Gregorio Papa asegura que en Roma hizo grandes estragos la peste que sobrevino, por haberse continuado en aquella ciudad las diversiones, convites, espectáculos e impurezas después de la Comunión pascual; y lo mismo refiere de su tiempo San Anselmo, por haber cumplido mal con este precepto. Se lee en la vida de San Bernardo que un monje se atrevió a comulgar en pecado mortal; pero, ¡cosa terrible!, apenas le hubo dado el Santo la Sagrada Hostia, reventó como Judas y como él se condenó eternamente.



Refiere el célebre P. Antonio Arbiol que había en cierto pueblo una señora que en una fiesta muy solemne fue a confesar; y el confesor, hallándola en ocasión próxima voluntaria, le dijo que no podía absolverla si no se apartaba primeramente de la ocasión, y que en aquel día no podía recibir la sagrada Comunión; pero ella quiso recibirla sin hacer caso de los que dijo el confesor, y al momento que tuvo la sagrada Hostia en la garganta, la ahogó, quedando muerta en la misma iglesia en presencia de mucha gente.

Gran número de casos de esta naturaleza podría referirte, no sólo antiguos, sino también modernos, aunque al presente no suceden tantos, por causa, según creo, de que los buenos por temor se retraerían de frecuentar los Santos Sacramentos; y Jesús, por el amor que nos tienen y para nuestro bien, prefiere dejar impunes visiblemente los sacrilegios y que los buenos lo reciban con frecuencia, a que éstos no se atrevan a recibirle, atemorizados por los castigos de los profanadores; pero si a estos últimos no los castiga visiblemente, ya lo hace invisiblemente con ceguedad de entendimiento, y con dureza de corazón y con su abandono en este mundo, y después, en el otro, con las penas eternas del infierno. Encomiéndate a María Santísima, para que te alcance los auxilios que necesitas para poder recibir con frecuencia y dignamente los Santos Sacramentos.

Y a fin de que conozcas mejor cuánto conviene recibir con buena disposición los Santos Sacramentos y los diferentes efectos que causan, por conclusión te referiré otro caso que se lee en las vidas de los Santos Padres: Había un Obispo muy virtuoso, que, habiéndosele avisado que dos personas vivían en trato ilícito, suplicó al Señor se dignase manifestarle el estado de la conciencia de sus súbditos. Oyó Dios sus súplicas, y un día, después de haber distribuido la sagrada Comunión a un gran concurso, vio que los unos tenían el rostro negro como un carbón, a otros les centelleaban los ojos, y otros muy hermosos y vestidos de blanco. Repitió la súplica el buen Prelado, a fin de que Dios le manifestase aquel misterio. Al instante apareciose un ángel, y le dijo: “Has de saber que estos que tienen el rostro negro son los impuros y deshonestos; esos otros que les centellean los ojos son los avaros, usureros y vengativos; y los que ves tan hermosos y vestidos de blanco son los que se hallan en gracia y adornados de virtudes”. Acudieron también a comulgar las dos personas acusadas de trato ilícito, y las vio igualmente resplandecientes y hermosas, por lo qué pensó el santo Obispo haber sido engañado; mas el ángel le dijo que era verdad cuanto le habían dicho de ellas, pero que habiéndose apartado de la ocasión y hecho una buena confesión, les habían sido perdonados todos sus pecados, y con esto habían quedado bien dispuestas para recibir las sagrada Comunión, la cual les había causado estos admirables efectos.

Por lo tanto, apreciable hermano en Jesucristo, por el grande amor que te profeso, te suplico y encargo no vayas jamás a recibir la sagrada Comunión en pecado moral; mas no te asustes si en tan desgraciado estado te encuentras. Confiésate bien antes, y de veras arrepentido; excítate a muchos y fervientes actos de humildad, confianza y amor, y comulgando con esta disposición quedarás lleno de los grandes y celestiales frutos que causa la sagrada Eucaristía a quien la recibe dignamente. Quiero aquí referirte los principales para que te aficiones más y más a frecuentarla.


  1. Aumenta la gracia.
  2. Da luz al alma a fin de conocer el bien para seguirlo y el mal para huirlo.
  3. Aviva la fe y la esperanza.
  4. Enciende la caridad.
  5. Modera la ira y demás pasiones, preservándonos de pecar.
  6. Nos une con Jesucristo.
  7. Nos da una suavidad espiritual, mediante la cual se hacen con gusto todas las obras de virtud.
  8. Ahuyenta los demonios, para que no nos tienten tan a menudo.
  9. Calma los remordimientos de la conciencia.
  10. Hace tener gran confianza en Dios en la hora de la muerte.
  11. Alimenta el alma dándole vigor, así como el pan material lo da al cuerpo.
  12. Por último, nos da especiales auxilios para perseverar en el bien y llegar a la eterna gloria de la cual es prenda cierta la que te deseo de todo corazón, como para mí mismo.

miércoles, 29 de enero de 2020

¿Tienen fe?


Esta es la pregunta que se hacían –que nos hacíamos- algunas almas purgantes, a la vista de las actuaciones diversas –pero similares- de muchos de los Obispos más preclaros de la Iglesia Militante. Con capelo incluido, deseando recibirlo o a punto de recibirlo, que igual da. Lo de los Obispos plastificados, que comentaba yo en mi carta anterior, se queda en algo chusco y gracioso al lado de esto que suscitaba la admiración anímica de mis almas compañeras.
No es conveniente para los mortales acusar a otros de haber perdido la fe, aunque sí es prudente preguntarse si ciertamente la conservan. Dios sabrá. Pero la consigna de Jesús de que el árbol se conoce por sus frutos, es suficiente al menos, para tener una idea aproximada (y en ocasiones bastante segura), del tema que se está tratando.
El arzobispo-cardenal de Munich dice con su oronda boca, que si se habla del temor al infierno el Evangelio no puede tener efecto; o que no se puede excluir a nadie por no ir los domingos a misa; o que es lícito bendecir las parejas homosexuales -supongo que para insuflarles ánimo, aliento e ímpetu, como si les hiciera falta-, y empujarlos al abismo. De ahí la necesidad de no hablar del infierno, claro. Parece que el Señor habló del llanto y el rechinar de dientes y así lo ha creído siempre la Iglesia.
Por eso no podemos dejar de pensar que Marx no tiene nada de fe. Y quizá por eso, forma parte del grupo de cardenales gordos que “dirigen” la Iglesia.
El flamante arzobispo de Lima, entresacado del clero limeño, recién llegado al episcopado con la honesta misión de destruir todo lo hecho por su digno antecesor, dice que nadie se convierte ante el Sagrario porque es una situación de pasividad, y que hay que abandonar la idea de que el cristiano es soldado de Cristo, tal como se puede ver en esta penosa intervención, en la que ridiculiza los cantos católicos de su niñez. Parece que fue precisamente san  Pablo quien habló del cristiano como soldado en múltiples lugares de sus cartas y así lo ha creído siempre la Iglesia.
Por eso no dejamos de pensar que Mattasoglio no tiene nada de fe. A éste la darán pronto el birrete cardenalicio de color rojo, no por la sangre que derramará, sino por su amor a la Teología de la Liberación que tiene que implantar en su recién estrenada y querida archidiócesis.
El caduco cardenal de Viena, con muchos años de episcopado y cardenalato a las espaldas, recibe a su amigo/a Conchita en la catedral y organiza un espectáculo de luz y color, al que asiste en primera fila. Conocidas son sus tesis sobre la homosexualidad, adoctrinando a sus ovejas advirtiendo que los matrimonios gays testimonian que el matrimonio es un bien importante. Claro que con las nuevas interpretaciones de la Biblia que se ha instalado en la Pontificia Comisión Bíblica, no se habrá percatado de lo que la Iglesia siempre creyó sobre Sodoma y Gomorra, y de que la cita el Señor expresamente en algunas de sus reconvenciones.
Por eso no dejamos de pensar que Schönborn no tiene nada de fe. Lo cual explica que no se le ha aceptado su renuncia de los 75 años, mientras a otros se les acepta el mismo día de su cumpleaños. Es que nos hace falta este cardenal para seguir adelante con la Iglesia, mientras nos sobran los que siguen pensando y creyendo en modo antigualla.
El desconocido e insustancial obispo de Pinerolo, se supone que en la Italia de los cristianos romanos mártires por su fe, suprime el credo en la misa, para no ofender a los no-creyentes. Es posible que también lo haya suprimido de su propia vida, o al menos eso parece. La recitación del Credo siempre fue característica de la proclamación de la fe. Claro que si no se quiere herir las sensibilidades de los que se ciscan en el catolicismo, lo mejor es recitar la tabla de multiplicar en un clima de diálogo constructivo.
Por eso no dejamos de pensar que Derio Olivero (que así se llama el pobre hombre), no tiene nada de fe. Pero esto le capacita para ser el próximo Presidente de la Conferencia Episcopal Italiana. Seguro.
Y así podríamos haber seguido en nuestra reunión semanal de análisis de la Iglesia Militante. Hubo quien quería subir más arriba en el nivel de análisis, pero una vez más, San Pedro no quiso permitirlo. Las conclusiones habrían sido tan graves como molestas. Por eso lo dejamos para otra mejor ocasión.

lunes, 27 de enero de 2020

La responsabilidad de los padres ante Dios




La educación de los hijos un grave deber de los padres
Los padres deberán prestar cuentas a Dios por cada hijo que se pierda por su negligencia — Amonestación materna, Ferdinand Georg Waldmüller, 1850
Los padres que se ocupen en educar bien a sus hijos no serán confundidos, en el juicio particular y en el juicio universal. Triste, no obstante, será el juicio de padres apenas empeñados en gozar la vida y despreocupados de la educación de su prole.
San Alfonso María de Ligorio (1696-1787) el insigne maestro de la Teología Moral enseña acerca de los deberes de los padres con relación a sus hijos.
* * *
Teniendo en vista la intensa y creciente oposición a las enseñanzas de la Santa Iglesia observada en nuestros días, es nuestro deber propagar la moral católica tradicional.
En ese sentido, es notorio el conflicto entre dos categorías de personas: los que desean formar acertadamente a sus familias de acuerdo con esas enseñanzas tradicionales; y aquellos que, debido a las influencias del neopaganismo actual —como las provenientes de la televisión, que invade incontables hogares con telenovelas y otros programas de tenor anticatólico—, tratan de adaptarse a las máximas de la mentalidad moderna.
Acción Familia procura ofrecer a todos los que desean mantener la fidelidad integral a la moral católica, subsidios para resistir valientemente a la avalancha que busca desagregar y hasta extinguir la familia, célula mater de la sociedad.
En su obra Revolución y Contra-Revolución, el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira denuncia claramente tal objetivo de la Revolución, multisecular proceso que viene destruyendo la civilización cristiana. Así, en el capítulo 7 (Primera Parte, n. 3, f) declara:
La destrucción de la familia, meta de la Revolución
“Entre los grupos intermedios que serán abolidos, ocupa el primer lugar la familia. Mientras no consigue extinguirla, la Revolución procura reducirla, mutilarla y vilipendiarla de todos los modos”.
Como poderoso auxilio para los padres de familia, transcribimos algunos principios que el gran Doctor de la Iglesia, San Alfonso María de Ligorio, fundador de los Redentoristas, proclamó en sus sermones*:
San Alfonso María de Ligorio y la formación de los hijos
Cuando Dios bendice a los padres dándoles hijos, lo que Él tiene en vista no es la ventaja de la casa; sino que los hijos sean educados en el santo temor y formados para la salvación eterna. De ahí estas palabras de San Juan Crisóstomo: “Miremos a los hijos como precioso depósito, velemos por ellos con toda la solicitud posible”. Si los hijos fuesen un don ofrecido apenas a los padres, estos podrían disponer de ellos como quisiesen; pero como son un simple depósito, los padres deberán prestar cuentas a Dios por cada hijo que se pierda por su negligencia.
Consecuencias de una buena o mala formación



A tal padre tal hijo
Quien quiera saber si la conducta de un padre de familia es buena o mala, examine la conducta del hijo
A fin de que comprendamos que viviendo según la voluntad de Dios los padres atraen las bendiciones celestiales sobre ellos y sobre toda la casa, la Sagrada Escritura dice: “Así serán felices, tú y tus hijos después de ti, porque habrás realizado lo que es bueno y recto a los ojos del Señor, tu Dios” (Deut. 12, 25).
Quien quiera saber si la conducta de un padre de familia es buena o mala, examine la conducta del hijo. “El árbol se conoce por su fruto” (Mt. 12, 33), dice Nuestro Señor.
Cuando un padre de familia muere, pero deja un hijo, es como si él no hubiese muerto, pues ese hijo lo perpetúa, lo continuará. “Muere el padre, y es como si no muriera, porque deja detrás de sí a uno igual a él” (Eclo. 30, 4). Por los hijos que blasfeman, que dicen palabras impuras o roban, se puede advertir los vicios del padre. Pues, dice el Eclesiástico, “Un hombre se conoce por los hijos que deja” (Eclo. 11, 30).
Responsabilidad de los padres
Tranquila y feliz será la muerte de los padres y madres de familia que forman a sus hijos en la vida cristiana. “Mientras viva, se alegrará de verlo, y a su muerte, no sentirá ningún pesar” (Eclo. 30, 5). Y dice San Pablo: “se salvará por su maternidad mientras persevere con modestia en la fe, en la caridad y en la santidad” (1 Tim. 2, 15). Gracias a la buena educación que les habrán dado. Al contrario, muy triste y hasta desesperada, será la muerte de aquellos padres que únicamente se preocupan en aumentar la fortuna y el brillo de su casa, para gozar la vida, sin preocuparse en lo más mínimo en educar a sus hijos. “Si alguien —dice aún San Pablo— no tiene cuidado de los suyos, principalmente de sus familiares, ha renegado de la fe y es peor que un infiel” (1 Tim. 5, 8).
¡Si al menos ciertos padres cuidasen de sus hijos tanto cuanto de sus animales! ¡Cuánta solicitud para que nada les falte! ¡Qué atención para que la comida les sea dada a su tiempo! Y, con la atención enteramente puesta en ello, no se preocupan si sus hijos conocen o no el catecismo, si asisten a misa y se confiesan. “¡Sí —lamenta San Juan Crisóstomo—, caballos y bueyes les toman más el corazón que los propios hijos!”
Consecuencias de la negligencia de los padres



La corrección es más fácil en la niñez
Para los hijos, cuando aún son niños, es fácil adquirir buenos hábitos, es difícil al hombre maduro corregirse de los malos hábitos contraídos en la mocedad.
Es una gran desgracia para los hijos tener malos padres, no sólo incapaces de educarlos, sino, peor aún, indiferentes a sus conductas: que ven a sus hijos en malas compañías, discutiendo, divirtiéndose con amistades sórdidas, y, en vez de reprenderlos y castigarlos, los excusan diciendo: “No se puede hacer nada, son cosas de la juventud”. ¡Bella máxima… bella educación…!
Así como para los hijos, cuando aún son niños, es fácil adquirir buenos hábitos, es difícil al hombre maduro corregirse de los malos hábitos contraídos en la mocedad.
Pasaremos al segundo punto, y yo os suplico, padres y madres de familia, que retengáis bien esto que os diré sobre la manera de educar bien a vuestros hijos.
La enseñanza de la religión y de la moral
La disciplina comprende la enseñanza de la religión y de la moral
¿En qué consiste precisamente la buena educación de los hijos? San Pablo lo dice claramente en dos palabras: “Educad a vuestros hijos en la disciplina y en la corrección del Señor” (Ef.6,4).
En primer lugar, por disciplina, es necesario comprender todo lo que los padres deben hacer para formar a los hijos en las buenas costumbres. Consiste en instruirlos y darles buen ejemplo.
Que los padres tengan ante todo el deber de enseñar a los hijos el temor de Dios y la fuga del pecado. Así hacía el justo Tobías con relación a su hijo. En efecto, leemos en la Sagrada Escritura: “Al cual enseñó desde la infancia a temer a Dios y abstenerse de todo pecado” (Tob. 1, 10).
¡Qué consolaciones y qué alegrías el Cielo reserva en recompensa por la solicitud de los padres cristianos! Sí, dice el Sabio: “Corrige a tu hijo, y él te dará tranquilidad y colmará tu alma de delicias” (Prov. 29, 17). Pero, si el hijo bien instruido es la alegría de sus padres, los hijos ignorantes los llenan de tristezas; pues, ignorar las reglas de la vida cristiana y comportarse mal, es una sola cosa.
Cuenta Tomás de Cantimpré que, en 1248, un sacerdote fue encargado de hacer un discurso al clero de París reunido en sínodo. Este sacerdote era muy ignorante y, estando en la presencia de su auditorio, se confundió completamente. Entonces el demonio vino en su ayuda y le sugirió que pronunciase las siguientes palabras: “Los príncipes de las tinieblas saludan a los príncipes de la iglesia, y les agradecemos vivamente por la negligencia en instruir al pueblo. Pues, las almas estancadas en la ignorancia, siguen el camino del mal y llegan al infierno”. Semejante lenguaje bien se podría dirigir a ciertos padres de familia.
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* Sermons de S. Alphonse de Liguori, Analyses, commentaires, exposé du système de sa prédication, par le R. P. Basile Braeckman, de la Congrégation du T. S. Rédempteur, Tome Second, Jules de Meester-Imprimeur-Éditeur, Roulers, pp. 464-47.

 Formación Católica » Acción Familia

domingo, 26 de enero de 2020

«La confesión cura no sólo el alma, también la mente» dicen algunos expertos sobre sus beneficios

Según los psicólogos, el arrepentimiento actúa como medicina y el perdón también puede estimular la curación corporal. 




Mar Velasco/ ReL 

La fuerza sanadora del perdón no es sólo una cuestión espiritual. A esta conclusión han llegado numerosos expertos en liturgia. Según sus conclusiones, «hay una dimensión terapéutica» en el sacramento de la penitencia que hunde sus raíces en el Antiguo y el Nuevo Testamento y que conecta directamente con el hombre de hoy.

«Es una perspectiva interesante y en sintonía con la sensibilidad y la cultura de nuestro tiempo que ve en la salud integral del hombre un valor por defender» afirma en declaraciones al rotativo italiano «Avvenire» el arzobispo de Palermo, monseñor Paolo Romeo.



«Responde a la cultura de nuestro tiempo, que busca recuperar la unidad de la persona, que ve la salud como realidad que implica todos los aspectos de la vida humana, y el pecado como enfermedad, como incapacidad de relacionarse con uno mismo, con las cosas, con los demás y con Dios».

Arrepentirse para ganar salud En todo este proceso el arrepentimiento sirve también como medicina y la reconciliación como curación. «En los últimos decenios ya se ha hablado de una teología terapéutica», sostiene.

«El pecado-afirma Angelo Pasaro, experto en Sagrada Escritura en la Facultad Teológica de Sicilia- es la distorsión de la libertad, revela la voluntad de sustraerse a la condición de dependencia de Dios. Y la capacidad del hombre de reconocer el pecado es obra de Dios. Él, como parte ofendida, da su misericordia; la alegría del perdón logra que el hombre ya no se encierre en sí mismo y sea creado nuevamente por la obra del Espíritu», explica.

Pero las encuestas más recientes muestran un cierto alejamiento del sacramento de la Penitencia. «Lo que resulta problemática hoy es la confesión y la concepción misma del pecado», sostiene Giuseppe Sovernigo, psicólogo y profesor del Insituto de Liturgia Pastoral de Padua.

«Son dificultades que se deben al nacimiento de nuevos problemas morales y nuevos modos de enfrentarse a viejas cuestiones morales, junto a la dificultad de asumir la responsabilidad de las elecciones erróneas. Sin embargo, un acercamiento renovado al sacramento puede ser fértil. Debemos intentar reconciliar los dos aspectos que antiguamente encerrada el término "salus", es decir, salud física y salvación», concluye. 
Religión en Libertad | Arrepentimiento, perdón y curación física y espiritual



Así  como es importante buscar a un buen medico para sanar el cuerpo también es necesario buscar un buen confesor.  
Don Bosco:
“Son más numerosos los condenados que se confesaban, porque aún los malos, alguna que otra vez se arrepienten, pero son en mayor número los que no se confiesan bien.

“La causa por la cual la mayoría de la gente se condena, es la falta del firme propósito de enmienda en sus confesiones.

“El ejercicio de la buena muerte consiste principalmente en hacer la confesión y comunión como si fueses la última de nuestra vida.

“Frecuente comunión y confesión, son las armas con las cuales se obtiene una completa victoria contra el demonio.





 

miércoles, 22 de enero de 2020

No es caridad tolerar el error: San Pío X





Tolerar el error no es caridad
La doctrina católica nos enseña que el primer deber de la caridad no está en la tolerancia de las opiniones erróneas, por muy sinceras que sean, ni en la indiferencia teórica o practica ante el error o el vicio en que vemos caídos a nuestros hermanos, sino en el celo por su mejoramiento intelectual y moral no menos que en el celo por su bienestar material. Esta misma doctrina católica nos enseña también que común de toda la familia humana, y en el amor de Jesucristo, cuyos miembros somos, hasta el punto de que aliviar a un desgraciado es hacer un bien al mismo Jesucristo. (Pío X. Encíclica Notre Charge Apostolique, n. 22, 15 de agosto de 1910)


domingo, 19 de enero de 2020

Novena a la Capa Santa de San José




 
Novena para pedir el amparo bajo la capa sagrada de San José para honrarlo y pedirle su patrocinio

La Novena:
1.- Esta novena en honor de San José es llamada el Santo Manto de San José, para merecer el patrocinio de este gran santo de una manera particular y especial y a la vez tributarle honor.

2.- Es para ser recitada durante treinta días consecutivos en la memoria de los treinta años de San José en compañía de Jesús , Hijo de Dios. Si por alguna razón usted no puede recitar la oración de un día en particular, usted puede compensarla al recitarla el día 30, las veces que le faltó rezar la oración de la novena.

3.- Las gracias extraordinarias obtenidas por esta oración son innumerables. De hecho, Santa Teresa, dijo: " Si usted quiere realmente creer en él, pruébelo recitando la novena y finalmente se convencerá."

4.- Es más eficaz esta novena cuando se hace oración por las almas del Purgatorio.

 Con la misma solicitud que ayudamos a secar las lágrimas de las almas que sufren, podemos esperar que San José nos ayudará a secar nuestras lágrimas en nuestras necesidades. De esta manera, La Capa Santa de San José se extiende sobre nosotros y nos servirá como un escudo contra todos los peligros que nos acechan, de modo que podamos un día, con la gracia de Dios, obtener la salvación eterna.

Nuestro Señor y Nuestra Señora nos invita a amar , honrar y rezar a San José:
El mismo Jesús dijo a Santa Margarita, "Me gustaría que todos los días se ofrezcan oraciones especiales a mi madre y a San José, mi más dulce guardián .

"La Santísima Virgen le dijo a la Venerable Sor María de Jesús de Ágreda con relación a San José:
"Usted debe asegurarse de aumentar continuamente su amor y dedicación a este gran santo. En todas sus necesidades, usted debe servirse de su protección, bajo todas las circunstancias usted debe animar a tantas personas como le sea posible hacia esta devoción, de hecho, lo que mi devoto esposo pide en el cielo, Dios todopoderoso lo concederá en la Tierra" 



Se reza todo hasta el final cada día, hasta completar la novena.   

+ En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

T. Jesús, María y José, les doy mi corazón y el alma mía.

 A nuestro Padre Celestial en acción de gracias por haber exaltado a San José a una posición de dignidad tan excepcional. (Recitar 3 Gloria...)

 
 I
Oh Glorioso Patriarca San José, yo humildemente me postro ante ti. Ruego al Señor Jesús, a tu Esposa Inmaculada, la Virgen María, y todos los Ángeles y los Santos en la Corte Celestial, que me acompañen en esta devoción.

Te ofrezco este Manto precioso, mientras que prometo mi más sincera fe y devoción. Me comprometo a hacer todo en mi poder para honrarte a lo largo de mi vida para probar mi amor por ti.

  Ayúdame, San José. Asísteme ahora y durante toda mi vida, pero especialmente en el momento de mi muerte, como tu fuiste asistido por Jesús y María, para unirnos un día en el Cielo y allí honrarte por toda la eternidad. R. Amén.

II
 Oh Glorioso Patriarca San José, postrado, delante de ti y de tu Divino Hijo, Jesús, te ofrezco, con sincera devoción, este precioso tesoro de la oración, siendo siempre consciente de las numerosas virtudes que adornan tu sagrada Persona.

 En ti, Oh Glorioso Patriarca, se cumplió el sueño de tu precursor del primer José, que de por sí parece haber sido enviado por Dios para preparar el camino para tu presencia en esta tierra.

De hecho, no sólo te ha rodeado por el esplendor luminoso de los rayos del Sol Divino, de Jesús, sino que también tú fuiste espléndidamente reflejado en la brillante luz de la luna mística, la Santísima Virgen María.

  Oh Glorioso Patriarca, si el ejemplo del anciano Jacob, quien fue personalmente a felicitar a su hijo predilecto, quien fue exaltado en el trono de Egipto, sirvió para traer a todos sus descendientes allí, acaso no, deben el ejemplo de Jesús y María, que te honran con su mayor respeto y confianza, servirme para llevarme a mi tu fiel devoto, que me presente a ti con este Manto precioso en tu honor.

  Concédeme, oh Gran San José, que Dios Todopoderoso pueda a su vez dirigir una mirada benévola hacia mí. Pues el ancestral José no rechazó a sus hermanos culpables y crueles, sino más bien los acepto con amor y protección y los salvó del hambre y la muerte, te lo suplico, Oh Glorioso Patriarca, a través de tu intercesión, haz que el Señor nunca me abandone en este exilio de valle de dolores.

 Haz que él siempre me nombre como uno de sus fieles siervos que viven tranquilos y seguros, bajo el patrocinio de tu Manto Santo.  Haz que yo pueda vivir siempre dentro de la protección de este patrocinio, todos los días de mi vida y sobre todo en el momento en que respire mi último aliento. R. Amén.

 

  I
  Yo te saludo oh Glorioso San José, tú que estás encargado de invaluables tesoros del Cielo y la Tierra y eres el Padre adoptivo de Aquel que nutre a todas las criaturas del universo. Tú eres, después de María, el santo más digno de nuestro amor y devoción.

Tú solo, por encima de todos los Santos, has sido elegido para ese honor supremo de la crianza, orientación, de alimentar e incluso abrazar al Mesías, a quien tantos reyes y profetas habrían deseado mirar.

  San José, salva mi alma y obtén para mí de la Divina Misericordia de Dios la petición que te ruego humildemente _________ Y para las almas del Purgatorio, concédeles un gran alivio en su dolor.
 

A nuestro Padre Celestial en acción de gracias por haber exaltado a San José a una posición de dignidad tan excepcional. (Recitar 3 Gloria...)



II
  Oh poderoso San José, tú fuiste proclamado patrono de la Iglesia Universal, por lo tanto, yo pido tu auxilio, por encima de todos los otros Santos, como el mayor protector de los afligidos, y ofrezco incontables bendiciones a tu generosísimo corazón, siempre dispuesto a ayudar en cualquier necesidad.

  A ti, oh Glorioso San José, vienen las viudas, los huérfanos, los abandonados, los afligidos, los oprimidos. No hay dolor, angustia o agonía que no has consolado. Dígnate, te ruego, utilizar en mi nombre los dones que Dios te ha dado, hasta que a mi también me concedas la respuesta a mi petición y que las almas benditas del purgatorio, recen a San José por mí. 


 A nuestro Padre Celestial en acción de gracias por haber exaltado a San José a una posición de dignidad tan excepcional.. (Recitar 3 Gloria...)



III
  Innumerables son aquellos que han rezado a ti antes que yo y han recibido consuelo y paz, gracias y favores. Mi corazón, tan triste y doloroso, no puede encontrar reposo en medio de esta prueba que me acosa.

Oh Glorioso San José, tú sabes todas mis necesidades, incluso antes de que las pronuncie en la oración. Tú sabes lo importante que esta petición es para mí. Me postro ante ti mientras suspiro bajo el peso del problema que se enfrenta a mí.

  No hay corazón humano en el cual pueda confiar mi dolor, y aunque me encuentre a un ser compasivo que estaría dispuesto a asistirme, todavía no podría ayudarme. Sólo tú puedes ayudarme en mi dolor, San José, y te ruego oigas mi súplica.

Acaso No ha dejado Santa Teresa escrito en sus diálogos que el mundo debe siempre saber: "Todo lo que pidáis de San José, lo recibiréis."

  Oh San José, consolador de los afligidos, ten piedad de mi tristeza y compadécete de las pobres almas que ponen en ti tanta esperanza en sus oraciones

 
A nuestro Padre Celestial en acción de gracias por haber exaltado a San José a una posición de dignidad tan excepcional. (Recitar 3 Gloria...)



IV
1.Oh Sublime Patriarca San José, a causa de tu perfecta obediencia a Dios, interceder por mí.

2.Por tu santa vida llena de gracia y de méritos, oye mi oración.

3.Por tu nombre dulcísimo, ayúdame.

4.Por tus lágrimas santísimas, confórtame.

5.Por tu siete dolores, intercede por mí.

6.Por tus siete alegrías, consuélame.

7.De todo mal del cuerpo y del alma, líbrame.

8.De todos los peligros y desastres, sálvame.

9.Ayúdame con tu poderosa intercesión y obtenme, por tu poder y misericordia, *todo lo necesario para mi salvación y en particular el favor que ahora te presento con gran necesidad _____________ .

 
A nuestro Padre Celestial en acción de gracias por haber exaltado a San José a una posición de dignidad tan excepcional. (Recitar 3 Gloria...)


V
  Oh Glorioso San José, son innumerables las gracias y favores que has obtenido para las almas afligidas. Asistes a los Enfermos de cualquier naturaleza, ayudas a los oprimidos, perseguidos, traicionados, privado de todo consuelo humano, incluso aquellos que necesitan del pan de vida,  todos los que imploran tu poderosa intercesión son consolados en su aflicción.

  Oh querido San José, no permitas que yo sea el único de todos los que han apelado a ti, a quien niegues esta petición que yo tan ardientemente te suplico. Demuéstrame incluso a mí, tu bondad y generosidad, para que pueda gritar en acción de gracias, "¡Gloria eterna a nuestro Santo Patriarca San José, mi gran protector en la Tierra y el defensor de las Almas Santas en el Purgatorio."
 


 A nuestro Padre Celestial en acción de gracias por haber exaltado a San José a una posición de dignidad tan excepcional. (Recitar 3 Gloria...)



VI
  Eterno Padre, que estás en el cielo, por los méritos de Jesús y María, te ruego me concedas mi petición.

En el nombre de Jesús y María, me postro ante tu presencia Divina y te ruego que aceptes mi súplica llena de esperanza para perseverar en la oración para que pueda ser contado entre la multitud de aquellos que viven bajo el patrocinio de San José.

Extiende tu bendición sobre este precioso tesoro de las oraciones que ofrezco hoy a él como prenda de mi devoción.
 


A nuestro Padre Celestial en acción de gracias por haber exaltado a San José a una posición de dignidad tan excepcional. (Recitar 3 Gloria...)


1.San José, ruega para que Jesús pueda entrar en mi alma y me santifique.

2.San José, ruega para que Jesús pueda entrar en mi corazón e inspirarme con la caridad.

3.San José, ruega para que Jesús pueda entrar en mi mente y me ilumine.

4.San José, ruega para que Jesús pueda guiar mi voluntad y la refuerce.

5.San José, ruega para que Jesús pueda dirigir mis pensamientos y purificarlos.

6.San José, ruega para que Jesús pueda guiar mis buenos deseos y dirigirlos.

7.San José, ruega para que Jesús pueda mirar mis acciones y extienda sobre mi sus bendiciones.

8.San José, ruega para que Jesús me inflame de amor por él.

9.San José, solicita de mi parte a Jesús la imitación de tus virtudes.

10.San José, pide de mi parte a Jesús un verdadero espíritu de humildad .

11.San José, pide de mi parte a Jesús mansedumbre de corazón.

12.San José, pide de mi parte a Jesús la paz del alma.

13.San José, pide de mi parte a Jesús el santo temor del Señor.

14.San José, pide de mi parte a Jesús un deseo de perfección.

15.San José, pide de mi parte a Jesús una dulzura de corazón.

16.San José, pide de mi parte a Jesús un corazón puro y caritativo.

17.San José, pide de mi parte a Jesús la sabiduría de la fe.

18.San José, pide de mi parte a Jesús su bendición de la perseverancia de mis buenas obras.

19.San José, pide de mi parte a Jesús la fuerza para llevar mis cruces.

20.San José, pide de mi parte a Jesús el desprecio por los bienes materiales de este mundo.

21.San José, pide de mi parte a Jesús la gracia de caminar siempre en el camino angosto hacia el Cielo.

22.San José, pide de mi parte a Jesús la gracia de evitar toda ocasión de pecado.

23.San José, pide de mi parte a Jesús un deseo santo de la felicidad eterna.

24.San José, pide de mi parte a Jesús la gracia de la perseverancia final.

25.San José, no me abandones.

26.San José, ruega que mi corazón nunca deje de amarte y que mis labios nunca dejen jamás de elogiarte.

27.San José, por el amor que le tienes a Jesús, haz que yo pueda aprender a amarlo.

28.San José, amablemente acéptame como tu fiel devoto.

29.San José, yo me entrego a ti, acepta mis ruegos y escucha mi oración.

30.San José, no me abandones en la hora de mi muerte.

T. Jesús, María y José, les doy mi corazón y el alma mía.

 A nuestro Padre Celestial en acción de gracias por haber exaltado a San José a una posición de dignidad tan excepcional. (Recitar 3 Gloria...)

 
I
  Acuérdate, oh purísimo esposo de María y mi amadísimo guardián, San José, que jamás se ha oído decir que alguno de los que han implorado tu protección y pedido tu ayuda, ha sido dejado sin consuelo.

Animado con esta confianza, acudo a ti con todo el fervor de mi espíritu, me encomiendo a ti. No desprecies mi súplica, oh Padre Adoptivo del Salvador, antes bien, dígnate recibirla favorablemente y concedérmela. R. Amén.

II
  Glorioso San José, esposo de la Santísima Virgen María y virginal padre de Jesús, guárdame y vela por mí, llévame por el camino de la gracia santificante, presta atención a las necesidades urgentes que ahora te pido que envuelvas dentro de los pliegues de tu manto paternal.

Aparta de mí, los obstáculos y las dificultades que se encuentran en el camino de mi oración y concede que la feliz respuesta a mi petición pueda servir para la mayor gloria de Dios y mi salvación eterna.

Como prenda de mi eterna gratitud, me comprometo a difundir la noticia de tu gloria, mientras que daré gracias al Señor por tener tanta bendición de tu poder y maravillas en el Cielo y la Tierra. R. Amén.
 

1.Señor, ten misericordia de nosotros
2.Cristo, ten misericordia de nosotros.
3.Señor, ten misericordia de nosotros.
4.Cristo óyenos.
5.Cristo escúchanos.

6.Dios Padre celestial, R. ten misericordia de nosotros.
7.Dios Hijo, Redentor del mundo, ten misericordia de nosotros.
8.Dios Espíritu Santo, ten misericordia de nosotros.
9.Santa Trinidad, un solo Dios, ten misericordia de nosotros.
10.Santa María, R. ruega por nosotros.

11.San José, R. ruega por nosotros.
12.Ilustre descendiente de David,  ruega por nosotros.  
13.Luz de los Patriarcas, ruega por nosotros.  
14.Esposo de la Madre de Dios, ruega por nosotros.  
15.Casto guardián de la Virgen, ruega por nosotros.

16.Padre nutricio del Hijo de Dios, ruega por nosotros.  
17.Celoso defensor de Cristo, ruega por nosotros.  
18.Jefe de la Sagrada Familia, ruega por nosotros.  
19.José, justísimo, ruega por nosotros.  
20.José, castísimo, ruega por nosotros.  

21.José, prudentisimo, ruega por nosotros.  
22.José, valentísimo, ruega por nosotros.  
23.José, fidelísimo, ruega por nosotros.  
24.Espejo de paciencia, ruega por nosotros.  
25.Amante de la pobreza, ruega por nosotros.  

26.Modelo de trabajadores, ruega por nosotros.  
27.Gloria de la vida doméstica, ruega por nosotros.  
28.Custodio de Vírgenes, ruega por nosotros.  
29.Sostén de las familias, ruega por nosotros.  
30.Consuelo de los desgraciados, ruega por nosotros.  

31.Esperanza de los enfermos, ruega por nosotros.  
32.Patrón de los moribundos, ruega por nosotros.  
33.Terror de los demonios, ruega por nosotros.  
34.Protector de la Santa Iglesia, ruega por nosotros.

35.Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo: perdónanos, Señor.
36.Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo: escúchanos, Señor,
37.Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo: ten misericordia de nosotros.
V.- Le estableció señor de su casa.
R.- Y jefe de toda su hacienda.

Oremos
 Oh Dios, que en tu inefable providencia, te dignaste elegir a San José por Esposo de tu Santísima Madre: concédenos, te rogamos, que merezcamos tenerle por intercesor en el cielo al que veneramos como protector en la tierra. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. R. Amén 

 
Oh Glorioso Patriarca San José, tú que fuiste elegido por Dios por encima de todos los hombres para ser la cabeza terrenal de la más santa de las familias, te ruego que me aceptes en los pliegues de tu manto sagrado, que llegues a ser el guardián y custodio de mi alma.

A partir de este momento, yo te elijo como mi padre, mi protector, mi consejero, mi Santo Patrón y te ruego que custodies mi cuerpo, mi alma, todo lo que soy, todo lo que poseo, mi vida y mi muerte.

  Mírame como uno de tus hijos; defiéndeme de la traición de mis enemigos, invisible o visibles, ayúdame en todo momento en todas mis necesidades, consuélame en las amarguras de mi vida, y especialmente a la hora de mi muerte.

Di tan solo una palabra a mí favor al Divino Redentor a quien tú fuiste considerado digno de sostenerlo en tus brazos, y ser digno de la Santísima Virgen María, tu castísima esposa. Pide para mí las bendiciones que me llevarán a la salvación. Inclúyeme dentro de los más queridos por ti y yo te demostraré que soy digno de tu especial amparo. R. Amén. 

 

A ti clamamos en las tribulaciones, Oh Bendito San José, suplicamos con confianza tu amparo, después de la de tu santísima esposa, la Virgen María.

  Por ese enlace sagrado de devoción que te ligó a la Virgen Inmaculada, Madre de Dios, y por el amor paternal que prodigaste al niño Jesús, te pedimos echar una mirada sobre los dones celestiales que el Divino Redentor ha obtenido para toda la humanidad a través de su Preciosa Sangre y por tu poder y misericordia, ayúdanos en nuestras necesidades.

 Oh Santo protector de la Sagrada Familia, protégenos a nosotros los niños de nuestro Señor Jesucristo, mantén lejos de nosotros los errores y males que corrompen el mundo, ayúdanos desde el cielo en nuestras luchas contra los poderes de las tinieblas.

Como tú una vez protegiste al Divino Niño de la crueldad del edicto de Herodes, ahora defiende la Iglesia y mantenla segura de todos los peligros y amenazas, reparte sobre todos nosotros tu Santo amparo, para que siguiendo tu ejemplo y con la ayuda de tu guía espiritual, todos podamos aspirar a una vida virtuosa, una muerte santa y asegurar para nosotros la bendición de la felicidad eterna en el Cielo. R. Amén. 

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