Redacción (Jueves, 12-03-2020, Gaudium Press) En tiempos de la pandemia de Coronavirus es fácil caer presa de la angustia y la desesperación, pero poniendo la mirada y la confianza en Dios y en la Santísima Virgen se superará esta prueba. Varios santos, a lo largo de la historia, han sido testimonio de fe y confianza en momentos de dificultad. Uno de ellos fue San Juan Bosco, quien en 1854 – pocos años antes de que fundara la Congregación Salesiana-, vivió junto con sus hijos espirituales – cerca de cien adolescentes del oratorio de Turín- la epidemia del cólera que por entonces afectó fuertemente a la ciudad italiana.
El Padre Ángel Peña, OAR, en el libro “Vivencias de Don Bosco”, citando a Juan Bautista Lemoyne, biógrafo del santo de la juventud, narra que en julio de 1854 se presentaron los primeros casos de cólera en Turín; una epidemia que comenzaba a asomarse y a generar pánico entre los ciudadanos, pero Don Bosco, con una gran confianza en Nuestro Señor y en la Santísima Virgen, calmó los ánimos de los jóvenes diciéndoles:
Todo esto sucedía en el vecindario donde se hallaba el oratorio, donde Don Bosco siempre estuvo con sus hijos espirituales, aconsejándoles, con las precauciones pertinentes, pero, sobre todo, llamándolos a mantenerse en estado de gracia ante Dios. En una ocasión les dijo:
El santo les explicó, además, que la causa de este mal era sin duda el pecado y que “si todos vosotros os ponéis en gracia de Dios y no cometéis ningún pecado mortal, os aseguro que ninguno será atacado por el cólera”; pero que si alguno se obstinaba en ser enemigo de Dios u ofenderle de manera grave, no podía garantizar que la enfermedad no llegase a ellos.
Pero todos los hijos espirituales de San Juan Bosco hicieron caso a su padre y varios, por solicitud del propio fundador de los salesianos, se ofrecieron como voluntarios para socorrer a los enfermos, sin que les pasase nada, ninguno se enfermó de cólera.
Sobre ello resalta el Padre Ángel Peña en su libro:
“En aquel tiempo, los alumnos del internado, con Don Bosco y su madre, formaban una gran familia de casi cien personas. Estaban instalados en un lugar donde el cólera causó muchos estragos, y que, lo mismo a la derecha que a la izquierda, cada casa tuvo que llorar sus muertos. Después de cuatro meses de pasada la epidemia, de tantos como eran, no faltaba ni uno. El cólera los había cercado, había llegado hasta las puertas del Oratorio, pero como si una mano invisible le hubiera hecho retroceder, obedeció, respetando la vida de todos”.
San Juan Bosco no dudó en mostrar su gratitud a Dios y la Virgen por proteger la vida de sus jóvenes. Así que el 8 de diciembre de 1854 – en la fecha en que el Papa Pío IX proclamó el dogma de la Inmaculada Concepción -, dijo estas palabras a sus hijos:
“Demos gracias, queridos hijos, a Dios, que razones tenemos para ello; porque, como veis, nos ha conservado la vida en medio de los peligros de la muerte. Más para que nuestra acción de gracias sea agradable, unamos a ella una cordial y sincera promesa de consagrar a su servicio el resto de nuestros días, amándolo con todo nuestro corazón, practicando la religión como buenos cristianos, guardando los mandamientos de Dios y de la Iglesia, huyendo del pecado mortal, que es una enfermedad mucho peor que el cólera y la peste”.
Entre los jóvenes se encontraban Miguel Rua, Juan Cagliero y Luis Anfossi, quienes más adelante serían parte del grupo con los cuales Don Bosco fundaría la Congregación Salesiana. Con información de “Vivencias de Don Bosco”, Padre Ángel Peña, OAR.
¡Oh Luis Santo adornado de angélicas costumbres! Yo, indigno devoto vuestro os encomiendo la castidad de mi alma y de mi cuerpo, para que os dignéis encomendarme al Cordero Inmaculado, Cristo Jesús, y a su purísima Madre, Virgen de vírgenes, guardándome de todo pecado. No permitáis, Angel mío, que manche mi alma con la menor impureza; antes bien, cuando me viereis en la tentación o peligro de pecar, alejad de mi corazón todos los pensamientos y afectos impuros; despertad en mí la memoria de la eternidad y de Jesús Crucificado; imprimid hondamente en mi corazón un profundo sentimiento de temor santo de Dios, y abrasadme en su divino amor, para que así, siendo imitador vuestro en la tierra, merezca gozar de Dios en vuestra compañía en la gloria. Amén.
“Si cumplís lo que yo os digo, os libraréis del peligro. Ante todo debéis vivir en gracia de Dios, llevar al cuello una medalla de la Santísima Virgen que yo bendeciré y regalaré a cada uno y rezará cada día un padrenuestro, un avemaría y un gloria con la oración de san Luis Gonzaga, añadiendo la jaculatoria: Líbranos, Señor, de todo mal”.Pasaron los días y la epidemia fue creciendo exponencialmente hasta causar la muerte a un setenta por ciento de los afectados. Muchos de los que contraían la enfermedad eran dejados en el abandono, sin ayuda ni asistencia, incluso por sus propios familiares. Los sepultureros también se vieron obligados a ingresar a las casas para poder sacar a los cadáveres ya corrompidos.
Todo esto sucedía en el vecindario donde se hallaba el oratorio, donde Don Bosco siempre estuvo con sus hijos espirituales, aconsejándoles, con las precauciones pertinentes, pero, sobre todo, llamándolos a mantenerse en estado de gracia ante Dios. En una ocasión les dijo:
“Os recomiendo que hagáis mañana una buena confesión y comunión para que pueda ofreceros a todos juntos a la Santísima Virgen, rogándole que os proteja y defienda como a hijos suyos queridísimos”.
El santo les explicó, además, que la causa de este mal era sin duda el pecado y que “si todos vosotros os ponéis en gracia de Dios y no cometéis ningún pecado mortal, os aseguro que ninguno será atacado por el cólera”; pero que si alguno se obstinaba en ser enemigo de Dios u ofenderle de manera grave, no podía garantizar que la enfermedad no llegase a ellos.
Pero todos los hijos espirituales de San Juan Bosco hicieron caso a su padre y varios, por solicitud del propio fundador de los salesianos, se ofrecieron como voluntarios para socorrer a los enfermos, sin que les pasase nada, ninguno se enfermó de cólera.
Sobre ello resalta el Padre Ángel Peña en su libro:
“En aquel tiempo, los alumnos del internado, con Don Bosco y su madre, formaban una gran familia de casi cien personas. Estaban instalados en un lugar donde el cólera causó muchos estragos, y que, lo mismo a la derecha que a la izquierda, cada casa tuvo que llorar sus muertos. Después de cuatro meses de pasada la epidemia, de tantos como eran, no faltaba ni uno. El cólera los había cercado, había llegado hasta las puertas del Oratorio, pero como si una mano invisible le hubiera hecho retroceder, obedeció, respetando la vida de todos”.
San Juan Bosco no dudó en mostrar su gratitud a Dios y la Virgen por proteger la vida de sus jóvenes. Así que el 8 de diciembre de 1854 – en la fecha en que el Papa Pío IX proclamó el dogma de la Inmaculada Concepción -, dijo estas palabras a sus hijos:
“Demos gracias, queridos hijos, a Dios, que razones tenemos para ello; porque, como veis, nos ha conservado la vida en medio de los peligros de la muerte. Más para que nuestra acción de gracias sea agradable, unamos a ella una cordial y sincera promesa de consagrar a su servicio el resto de nuestros días, amándolo con todo nuestro corazón, practicando la religión como buenos cristianos, guardando los mandamientos de Dios y de la Iglesia, huyendo del pecado mortal, que es una enfermedad mucho peor que el cólera y la peste”.
Entre los jóvenes se encontraban Miguel Rua, Juan Cagliero y Luis Anfossi, quienes más adelante serían parte del grupo con los cuales Don Bosco fundaría la Congregación Salesiana. Con información de “Vivencias de Don Bosco”, Padre Ángel Peña, OAR.
«Por término medio, moría un setenta por ciento de los afectados, así que, salvo la peste, ninguna otra enfermedad conocida presentaba tan espantosa mortalidad…»
“El 27 de julio de 1886, recordaba Don Bosco en una carta que, para estar libres del cólera, era necesario:
“El 27 de julio de 1886, recordaba Don Bosco en una carta que, para estar libres del cólera, era necesario:
- 1. Llevar siempre al cuello o consigo la medalla de la Virgen.
- 2. Invocar frecuentemente a María Auxiliadora: María Auxiliadora, ruega por nosotros.
- 3. Recibir con frecuencia los santos sacramentos de la confesión y comunión”.
“También en Francia las medallas de María Auxiliadora, bendecidas por Don Bosco, fueron portadoras de salvación. El inspector de Marsella escribía a Don Bosco en 1884: La ciudad está casi despoblada. Más de cien mil personas huyeron. Muchas calles están completamente desiertas. Mueren cada día por término medio de noventa a cien personas... Pero en nuestra casa, gracias a la protección de María Auxiliadora, no hemos tenido todavía ni un solo caso. Mejor, cuatro veces vimos en algún pobre muchacho todos los síntomas del cólera, pero tuvimos la satisfacción de verlos desaparecer a las pocas horas. Es un milagro de la Virgen. Tenemos en casa todavía más de ciento cincuenta muchachos. Los que marcharon a sus casas disfrutan de magnífica salud y ninguno de ellos ha sido atacado todavía por la terrible peste. Todos llevan al cuello la medalla de María Auxiliadora y hacen lo posible por practicar el remedio que usted ha sugerido. Otra noticia consoladora es que ninguno de nuestros bienhechores y amigos ha caído enfermo hasta ahora”
Oración a San Luis Gonzaga
Patrón de la juventud cristiana, protector de la castidad y de los estudiantes, patrón contra la Peste.
El Papa Benedicto XIII lo nombró protector de estudiantes jóvenes.El Papa Pio XI lo proclamó patrón de la juventud cristiana.
El Papa Benedicto XIII lo nombró protector de estudiantes jóvenes.El Papa Pio XI lo proclamó patrón de la juventud cristiana.
¡Oh Luis Santo adornado de angélicas costumbres! Yo, indigno devoto vuestro os encomiendo la castidad de mi alma y de mi cuerpo, para que os dignéis encomendarme al Cordero Inmaculado, Cristo Jesús, y a su purísima Madre, Virgen de vírgenes, guardándome de todo pecado. No permitáis, Angel mío, que manche mi alma con la menor impureza; antes bien, cuando me viereis en la tentación o peligro de pecar, alejad de mi corazón todos los pensamientos y afectos impuros; despertad en mí la memoria de la eternidad y de Jesús Crucificado; imprimid hondamente en mi corazón un profundo sentimiento de temor santo de Dios, y abrasadme en su divino amor, para que así, siendo imitador vuestro en la tierra, merezca gozar de Dios en vuestra compañía en la gloria. Amén.
Ave María, Padre Nuestro, Gloria
Jaculatoria: Líbranos, Señor, de todo mal.
¡Oh Señora mía, Santa María! :
Hoy y todos los días y en la hora de mi muerte,
me encomiendo a tu bendita fidelidad
y singular custodia,
y pongo en el seno de tu misericordia
mi alma y mi cuerpo.
Te encomiendo toda mi esperanza y mi consuelo, todas mis angustias y miserias, mi vida y el fin de ella: para que por tu santísima intercesión, y por tus méritos, todas mis obras vayan dirigidas y dispuestas conforme a tu voluntad y a la de tu Hijo. Amén.
✞
Maria Auxilium Christianorum ora pro nobis.
Sancte Joannes Bosco, Ora Pro Nobis.
Sancte Aloysi Gonzaga, Ora pro nobis.
Oración de Protección de San Luis Gonzaga a la Virgen María:
¡Oh Señora mía, Santa María! :
Hoy y todos los días y en la hora de mi muerte,
me encomiendo a tu bendita fidelidad
y singular custodia,
y pongo en el seno de tu misericordia
mi alma y mi cuerpo.
Te encomiendo toda mi esperanza y mi consuelo, todas mis angustias y miserias, mi vida y el fin de ella: para que por tu santísima intercesión, y por tus méritos, todas mis obras vayan dirigidas y dispuestas conforme a tu voluntad y a la de tu Hijo. Amén.
✞
Maria Auxilium Christianorum ora pro nobis.
Sancte Joannes Bosco, Ora Pro Nobis.
Sancte Aloysi Gonzaga, Ora pro nobis.
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