y que hay que predicar en su nombre el arrepentimiento y el perdón de los pecados a todas las naciones, comenzando por Jerusalén.
Catecismo Mayor de San Pío X
recogiéronse luego al cenáculo de Jerusalén. Allí, por espacio de diez días, esperaron en oración al Espíritu Santo que Jesús les había prometido, y que bajó sobre ellos en forma de lenguas de fuego-la mañana del día décimo, llamado Pentecostés. 115. Ellos entonces, mudados en otros hombres, empezaron dé repente a hablar diversas lenguas, según el mismo Espíritu les movía a hablar. Aquellos días moraban en Jerusalén judíos de todas las naciones; una multitud de ellos acudió a presenciar aquel prodigio, y en un sermón que hizo San Pedro sobre las profecías verificadas en la persona de Jesucristo y los milagros obrados por Él, convirtiéronse tres mil oyentes. Algunos días después, el mismo Pedro, junto con el Apóstol San Juan, tras una milagrosa curación de un tullido de nacimiento, hablando a aquella multitud de judíos, trajo a la fe otros cinco mil. No sólo en Jerusalén, sino en toda la Judea, donde predicaban los Apóstoles, iba creciendo el número de los creyentes. 116. Pero luego los ancianos del pueblo y los príncipes de los sacerdotes comenzaron a perseguir a los Apóstoles, y llamados y reprendidos ásperamente, les intimaron que no hablasen más de Jesús. Ellos respondían: No podemos callar lo que hemos visto y oído; juzgad vosotros mismos si es lícito obedecer a los hambres, desobedeciendo a Dios; los prendieron, con todo, y maltratáronlos; hicieron morir al diácono San Esteban bajo una tempestad de piedras; y los Apóstoles, alegres por haber sido dignos de padecer por Jesucristo, se alentaron más a predicar, y crecía sin cesar el número de los que se convertían.
La Monja mística alemana Santa Hildegarda de Bingen advirtió en su Libro obras divinas XXVII:
“Entonces la mayor parte de los hombres abandonarán la auténtica fe católica y se convertirán al hijo de la perdición.”
Todos ésos adorarán al Hombre de la Perdición y, abandonando la fe de Dios omnipotente, proclamarán que no hay ningún obstáculo en desobedecer sus preceptos.
Santa Hildegarda, Alemania 1179
“Atraerá a la gente dándole completa libertad de dejar de observar todos los mandamientos divinos y eclesiásticos, ´perdonándole´ sus pecados y exigiendo que sólo crean en su divinidad… Concederá libertad total de los mandamientos de Dios y de la Iglesia y permitirá que todos vivan según sus pasiones… Se esforzará por hacer que la religión sea conveniente. Dirá que no es necesario ayunar ni amargarse la vida con renunciación.”
“En realidad el Anticristo, poseído por el diablo, cuando abra su boca para su perversa enseñanza destruirá todo lo que Dios había establecido en la Ley Antigua y en la Nueva, y afirmará que el incesto, la fornicación, el adulterio y otros tales no son pecado.” Hildegardis Bingensis, Liber Divinorum Operum. Cura et studio Albert Derolez et Peter Dronke. In: CCCM. Vol. 92, Turnhout, Brepols, 1996, pp. 451-452.
Bergoglio acompaña a los pecadores impenitentes al Infierno.
Desde entonces empezó Jesús a predicar y decir: Haced penitencia, porque está cerca el reino de los cielos.
Bergoglio les dice a los ateos que no importa si niegan a Dios, a los idólatras musulmanes que siguen adorando a su falso dios Ala, a los sodomitas que desobedezcan la Ley Natural de Dios y se casan civilmente y que trafiquen con la fábrica de niños y los adopten, a los divorciados que cometen adulterio y comulguen en pecado mortal, a los adoradores de la Pachamama que sigan en su ignorancia adorando a un falso dios, a los luteranos los adula y engaña para que persistan en su herejía, a los cismáticos les besa sus cruces con tal de que lo acepten aunque sigue rechazando las enseñanzas de la Iglesia, mientras en la reuniones con los musulmanes esconde la Cruz para no ´ofenderlos´, le dice a las falsas religiones que tienen razón en su error, a los bergoglianos les hace aceptar la apostasía y les enseña que los blasfemos, los apostatas, los que niegan el bautismo, los que rechazan a Dios son sus hermanos, mientras les infunde odio contra sus verdaderos hermanos los fieles católicos, etc. Bergoglio está llevando a muchos a la la apostasía y a la impenitencia final. Y todavía hay ciegos que le llama ´papa´a este impostor enemigo de Dios y de la Iglesia.
LAS PRIMERAS CONVERSIONES. — El Espíritu Santo que se cernía sobre la multitud continúa su obra, fecundando con su acción divina el corazón de aquellos predestinados. La fe nace y se desarrolla en un momento en estos discípulos del Sinaí que se habían reunido de todos los rincones del mundo para una Pascua y un Pentecostés que en adelante serán estériles. Llenos de miedo y de dolor por haber pedido la muerte del Justo, cuya resurrección y ascensión acaban de confesar, estos judíos de todo el mundo exclaman ante Pedro y sus compañeros: "Hermanos, ¿qué debemos hacer?" ¡Admirable disposición para recibir la fe!: el deseo de creer y la resolución firme de conformar sus obras con lo que crean. Pedro continúa su discurso: "Haced penitencia, les dice, y bautizaos todos en el nombre de Jesucristo, y también vosotros participaréis de los dones del Espíritu Santo. A vosotros se os hizo la promesa y también a los gentiles; en una palabra: a todos aquellos a quienes llama el Señor."
Con cada una de las palabras del nuevo Moisés se va borrando el antiguo Pentecostés, y el Pentecostés cristiano brilla cada vez con una luz más espléndida. El reino del Espíritu Santo se ha inaugurado en Jerusalén ante el templo que está condenado a derrumbarse sobre sí mismo. Pedro habló más; pero el libro de los Hechos no recoge más que estas palabras que resonaron como el último llamamiento a la salvación: "Salvaos, hijos de Israel, salvaos de esta generación perversa." En efecto, tenían que romper con los suyos, merecer por el sacrificio la gracia del nuevo Pentecostés, pasar de la Sinagoga a la Iglesia. Más de una lucha tuvieron que soportar en sus corazones; pero el triunfo del Espíritu Santo fue completo en este primer día. Tres mil personas se declararon discípulos de Jesús y fueron marcados con el sello de la divina adopción.
Juan 14
La promesa del Espíritu Santo
15 Si me amáis, observad mis mandamientos.
16 Y yo rogaré al Padre, y os dará otro consuelo y abogado, para que esté con vosotros eternamente,
17 a saber, el Espíritu de verdad, a quien el mundo, o el hombre mundano, no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conoceréis, porque morará con vosotros, y estará dentro de vosotros.
18 No os dejaré huérfanos: yo volveré a vosotros.
19 Aún resta un poco de tiempo; después del cual el mundo ya no me verá. Pero vosotros me veréis, porque yo vivo, y vosotros viviréis.
20 Entonces conoceréis vosotros que yo estoy en mi Padre, y que vosotros estáis en mí, y yo en vosotros.
21 Quien ha recibido mis mandamientos, y los observa, ése es el que me ama. Y el que me ama, será amado de mi Padre; y yo le amaré, y yo mismo me manifestaré a él.
San Gregorio In Evang hom. 30.
ResponderEliminarLa palabra griega paraklhto ( 1 quiere decir abogado y consolador. Y se llama abogado, porque se interpone entre nuestras culpas y la justicia del Padre, haciendo que aquellos que de su inspiración se llenan, se conviertan en penitentes. Y se llama consolador el mismo Espíritu, porque libra de la aflicción el alma de aquellos que, habiendo merecido el perdón de sus pecados, los prepara con esa esperanza.
Crisóstomo ut supra.
ResponderEliminarY como aún los más virtuosos necesitan del labrador, añade: "Y a todo el que dé fruto, lo limpiará, para que dé más fruto". Dice esto por las tribulaciones que a la sazón padecían, manifestándoles que las tentaciones los harían más valerosos, porque el limpiar (esto es, podar) el sarmiento, le hace más fructífero.
Crisóstomo.
ResponderEliminarO bien dice: Estáis limpios por las palabras que he hablado a vosotros, y esto es mientras habéis recibido la luz de la doctrina y os habéis separado del error judaico.