miércoles, 29 de enero de 2020

¿Tienen fe?


Esta es la pregunta que se hacían –que nos hacíamos- algunas almas purgantes, a la vista de las actuaciones diversas –pero similares- de muchos de los Obispos más preclaros de la Iglesia Militante. Con capelo incluido, deseando recibirlo o a punto de recibirlo, que igual da. Lo de los Obispos plastificados, que comentaba yo en mi carta anterior, se queda en algo chusco y gracioso al lado de esto que suscitaba la admiración anímica de mis almas compañeras.
No es conveniente para los mortales acusar a otros de haber perdido la fe, aunque sí es prudente preguntarse si ciertamente la conservan. Dios sabrá. Pero la consigna de Jesús de que el árbol se conoce por sus frutos, es suficiente al menos, para tener una idea aproximada (y en ocasiones bastante segura), del tema que se está tratando.
El arzobispo-cardenal de Munich dice con su oronda boca, que si se habla del temor al infierno el Evangelio no puede tener efecto; o que no se puede excluir a nadie por no ir los domingos a misa; o que es lícito bendecir las parejas homosexuales -supongo que para insuflarles ánimo, aliento e ímpetu, como si les hiciera falta-, y empujarlos al abismo. De ahí la necesidad de no hablar del infierno, claro. Parece que el Señor habló del llanto y el rechinar de dientes y así lo ha creído siempre la Iglesia.
Por eso no podemos dejar de pensar que Marx no tiene nada de fe. Y quizá por eso, forma parte del grupo de cardenales gordos que “dirigen” la Iglesia.
El flamante arzobispo de Lima, entresacado del clero limeño, recién llegado al episcopado con la honesta misión de destruir todo lo hecho por su digno antecesor, dice que nadie se convierte ante el Sagrario porque es una situación de pasividad, y que hay que abandonar la idea de que el cristiano es soldado de Cristo, tal como se puede ver en esta penosa intervención, en la que ridiculiza los cantos católicos de su niñez. Parece que fue precisamente san  Pablo quien habló del cristiano como soldado en múltiples lugares de sus cartas y así lo ha creído siempre la Iglesia.
Por eso no dejamos de pensar que Mattasoglio no tiene nada de fe. A éste la darán pronto el birrete cardenalicio de color rojo, no por la sangre que derramará, sino por su amor a la Teología de la Liberación que tiene que implantar en su recién estrenada y querida archidiócesis.
El caduco cardenal de Viena, con muchos años de episcopado y cardenalato a las espaldas, recibe a su amigo/a Conchita en la catedral y organiza un espectáculo de luz y color, al que asiste en primera fila. Conocidas son sus tesis sobre la homosexualidad, adoctrinando a sus ovejas advirtiendo que los matrimonios gays testimonian que el matrimonio es un bien importante. Claro que con las nuevas interpretaciones de la Biblia que se ha instalado en la Pontificia Comisión Bíblica, no se habrá percatado de lo que la Iglesia siempre creyó sobre Sodoma y Gomorra, y de que la cita el Señor expresamente en algunas de sus reconvenciones.
Por eso no dejamos de pensar que Schönborn no tiene nada de fe. Lo cual explica que no se le ha aceptado su renuncia de los 75 años, mientras a otros se les acepta el mismo día de su cumpleaños. Es que nos hace falta este cardenal para seguir adelante con la Iglesia, mientras nos sobran los que siguen pensando y creyendo en modo antigualla.
El desconocido e insustancial obispo de Pinerolo, se supone que en la Italia de los cristianos romanos mártires por su fe, suprime el credo en la misa, para no ofender a los no-creyentes. Es posible que también lo haya suprimido de su propia vida, o al menos eso parece. La recitación del Credo siempre fue característica de la proclamación de la fe. Claro que si no se quiere herir las sensibilidades de los que se ciscan en el catolicismo, lo mejor es recitar la tabla de multiplicar en un clima de diálogo constructivo.
Por eso no dejamos de pensar que Derio Olivero (que así se llama el pobre hombre), no tiene nada de fe. Pero esto le capacita para ser el próximo Presidente de la Conferencia Episcopal Italiana. Seguro.
Y así podríamos haber seguido en nuestra reunión semanal de análisis de la Iglesia Militante. Hubo quien quería subir más arriba en el nivel de análisis, pero una vez más, San Pedro no quiso permitirlo. Las conclusiones habrían sido tan graves como molestas. Por eso lo dejamos para otra mejor ocasión.

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